¿El poder oculto manipula el cosmos? Las claves que Washington oculta

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¿Usa el Deep State Tecnología No Humana? Lo que EE.UU. Jamás ha Explicado

El aire de finales de los años 40 en Estados Unidos era una mezcla palpable de optimismo de posguerra y una creciente inquietud. La Guerra Fría se gestaba en el horizonte, y la carrera armamentística empezaba a calentar motores. Sin embargo, un evento acaecido en el desierto de Nuevo México iba a eclipsar las preocupaciones geopolíticas convencionales, sumergiendo a una nación (y al mundo) en un debate que perdura hasta hoy: el fenómeno OVNI. Más allá de los titulares sensacionalistas y las teorías conspirativas, existe un hilo conductor, un susurro persistente que apunta a la posesión y el uso de tecnologías de origen no humano por parte de entidades secretas dentro del gobierno estadounidense, lo que comúnmente se denomina el «Deep State».

No estamos hablando de invasiones alienígenas de película. La narrativa se centra en la adquisición y el estudio de tecnología avanzada, posiblemente de origen extraterrestre, que se remonta a un incidente crucial en 1947. La información que emerge, fragmentada y a menudo controvertida, sugiere que Estados Unidos, o al menos una facción dentro de él, ha estado en posesión de capacidades que desafían nuestra comprensión de la física. Estas capacidades, según se insinúa, se manifiestan en máquinas voladoras con propulsión gravítica, capaces de hazañas que rozan lo imposible. El silencio oficial, la desclasificación selectiva y las contradicciones inherentes a la información pública alimentan la especulación. ¿Se trata de un mero ejercicio de desinformación o de la ocultación deliberada de una verdad que podría redefinir nuestra civilización? La clave para desentrañar este misterio parece residir en figuras que, desde las sombras o desde la vanguardia de la investigación, han intentado arrojar luz sobre lo que se mantiene oculto.

El Polvo del Desierto y el Amanecer de un Nuevo Enigma

El año 1947 marcó un punto de inflexión. El rancho de W.W. Brazel, cerca de Roswell, Nuevo México, se convirtió en el epicentro de un suceso que se convertiría en leyenda. El 3 de julio, se reportó el hallazgo de extraños restos esparcidos por una vasta área. Inicialmente, la oficina de información pública de la base aérea del ejército de Roswell emitió un comunicado anunciando la recuperación de un «disco volante». Este anuncio causó un revuelo mediático sin precedentes. Sin embargo, la narrativa oficial cambió drásticamente pocas horas después. Se retractaron, atribuyendo los restos a un globo meteorológico y a un radar.

Este cambio abrupto generó escepticismo y alimentó las sospechas de que algo más grande se estaba encubriendo. La región del incidente, el desierto de Nuevo México, se convirtió en un símbolo de los secretos gubernamentales. La proximidad de la base aérea de Roswell y la Base de Alamogordo, donde se había detonado la primera bomba atómica, crearon un caldo de cultivo para teorías sobre tecnología militar secreta o, incluso, tecnología de otro mundo. La zona se convirtió en el foco de una intensa atención. El gobierno estadounidense, a través de sus agencias de inteligencia y militares, desplegó esfuerzos significativos para controlar la narrativa.

La aparente rapidez con la que se desacreditó la hipótesis del «disco volante» generó preguntas incómodas. ¿Por qué un simple globo meteorológico requeriría una operación militar tan extensa para su recuperación y posterior explicación? La contradicción entre el anuncio inicial y la retractación posterior se convirtió en el pilar de la teoría de la conspiración OVNI. Las décadas siguientes verían un interés renovado en el incidente de Roswell, impulsado por testimonios de supuestos testigos y el descubrimiento de documentos que, si bien no probaban la existencia de extraterrestres, sí revelaban la existencia de proyectos militares secretos relacionados con fenómenos aéreos no identificados. La historia oficial de Roswell se vio cuestionada por un flujo constante de información alternativa.

La Sombra de la «Gran Ocultación»: El Papel del Deep State

La narrativa que emerge sobre la posesión de tecnología avanzada por parte de Estados Unidos, y su posterior ocultación, apunta directamente a la existencia de lo que se ha denominado el «Deep State». Este término, a menudo controvertido, se refiere a una red de actores no elegidos y a menudo no identificados dentro del gobierno y las estructuras de poder que influyen en las políticas nacionales de forma secreta. En el contexto de los OVNIs y la tecnología extraterrestre, el Deep State es visto como el guardián de estos secretos.

El presidente Dwight D. Eisenhower, uno de los primeros en tener acceso privilegiado a la información sobre el fenómeno OVNI, es una figura clave. Durante su presidencia, se habrían sentado las bases para lo que el Dr. Steven Greer denomina la «Gran Ocultación». Se dice que Eisenhower, al ser informado de la existencia de artefactos y tecnología no terrestre, habría exigido acceso directo. La respuesta, según estas teorías, fue que no estaba «calificado» para dicha información. Esta supuesta exclusión del presidente electo y democráticamente elegido de información vital sobre lo que poseía su propio país es un indicio poderoso de la influencia de un poder subyacente.

El incidente de Roswell en 1947 y la subsiguiente aparición de una tecnología radicalmente avanzada en las décadas siguientes plantean una pregunta incómoda: ¿cómo se logró esa transición tecnológica? La explicación oficial siempre ha sido el ingenio humano y la investigación científica. Sin embargo, las teorías que circulan sugieren que parte de esa aceleración tecnológica se debió a la retroingeniería de materiales recuperados de accidentes extraterrestres. Aquí es donde entra en juego la figura de Bob Lazar. Lazar afirma haber trabajado en el Área 51, desmontando y estudiando naves extraterrestres. Su testimonio, aunque controvertido, describe máquinas que operaban con principios de propulsión gravítica, un concepto que estaba más allá de la ciencia de la época.

El Dr. Steven Greer, un médico de urgencias de profesión, se ha convertido en uno de los principales impulsores de la divulgación de información sobre OVNIs y tecnologías avanzadas. Greer sostiene que el gobierno de Estados Unidos posee tecnología capaz de cambiar la historia de la humanidad. Esta tecnología, según él, se está utilizando para alimentar una serie de máquinas voladoras que emplean propulsión gravítica. Su proyecto, inicialmente llamado «Sirius», buscaba la desclasificación de información sobre materiales recuperados de colisiones o accidentes de naves extraterrestres, así como sobre naves propias fabricadas mediante retroingeniería.

Greer ha estado trabajando en esta línea durante más de 20 años. Su proyecto buscaba exponer la verdad sobre materiales recuperados, incluyendo naves que habrían sido estrelladas o derribadas. La hipótesis es que, tras el incidente de Roswell en 1947, se recuperaron artefactos y cuerpos, dando inicio a un programa secreto de estudio y retroingeniería. Este programa, según Greer, habría sido gestionado por una élite dentro del gobierno y la industria, formando lo que se conoce como el Deep State.

La Prueba de los Pagos Anónimos: Dinero de Impuestos para lo Inconfesable

Una de las evidencias más perturbadoras que sustentan la idea de que el gobierno estadounidense está involucrado en proyectos secretos con tecnología avanzada proviene de testimonios en el propio Congreso. Se ha revelado que existen pagos con fondos de impuestos americanos a personal militar que ha resultado herido o inválido en accidentes relacionados con este tipo de tecnología. La confirmación de estos pagos ha sido abordada en audiencias del Congreso, donde miembros de la cámara han preguntado directamente sobre su existencia y justificación.

En estas intervenciones, se plantea la cuestión fundamental: ¿por qué se utilizan fondos públicos para compensar a personas lesionadas en proyectos de los que la ciudadanía no tiene conocimiento? La respuesta, o la falta de ella, por parte de los funcionarios del gobierno subraya la magnitud del secretismo. Una miembro del Congreso, al ser informada sobre la existencia de estos pagos, preguntó con incredulidad: «¿Me está diciendo que hay dinero de los impuestos americanos para pagar a gente que se ha lesionado en este tipo de proyectos con este tipo de tecnología?». La respuesta afirmativa, seguida de la pregunta sobre la razón de mantener esta información en secreto, concluye con un lacónico: «Es una gran pregunta, señora».

Este tipo de revelaciones, aunque no nombran directamente a extraterrestres o naves no humanas, apuntan a la existencia de proyectos militares altamente clasificados que involucran tecnologías peligrosas y desconocidas para el público. El hecho de que el gobierno reconozca la existencia de lesiones relacionadas con estos proyectos, y que además cubra los gastos médicos y compensaciones a través de fondos públicos, sugiere que no se trata de operaciones convencionales. El secretismo que rodea estos pagos es un indicio más de la profundización del misterio.

La Propulsión Gravítica y el Petróleo: El Conflicto de Intereses Oculto

La tecnología que se sospecha que poseen entidades secretas dentro de Estados Unidos, y que se describe como propulsión gravítica, es la clave para entender por qué su divulgación podría ser tan disruptiva para el orden mundial. Si esta tecnología funciona con energías limpias, inagotables y radicalmente eficientes, su implementación a gran escala podría desmantelar la dependencia actual de los combustibles fósiles. El control del petróleo ha sido durante décadas la piedra angular de la economía global y el sustento del poder de grandes corporaciones y naciones.

El mundo tal como lo conocemos está intrínsecamente ligado a la energía proveniente del petróleo. La industria fósil, con su vasto poder económico y político, ejerce una influencia considerable sobre los gobiernos y los medios de comunicación. Corporaciones como Black Rock y Vanguard, que poseen participaciones significativas en la mayoría de las empresas mundiales, incluyendo muchas relacionadas con la energía, se beneficiarían enormemente del mantenimiento del statu quo. La introducción de una fuente de energía limpia y gratuita, como la que podría provenir de la propulsión gravítica, representaría una amenaza existencial para este modelo de negocio.

El Dr. Steven Greer ha señalado que si una tecnología mil veces superior a cualquier otra existente en el mundo funcionara con energía limpia, su posesión por parte de unas pocas corporaciones o entidades secretas les otorgaría un poder sin precedentes. Podrían establecer su propio «estado dentro de un estado», con su propio ejército y capital, independientemente de los gobiernos elegidos democráticamente. Estos actores, con recursos y tecnología muy superiores, tendrían la capacidad de dictar su voluntad a las naciones. La idea de un «estado profundo» que opera de forma autónoma, sin rendir cuentas a la Constitución o al electorado, cobra fuerza en este contexto.

La energía nuclear y otras formas de energía limpia han sido, según algunas teorías, deliberadamente desacreditadas o marginadas para proteger los intereses de la industria fósil. Si la tecnología de propulsión gravítica fuera liberada, podría significar el fin de la dependencia del petróleo, el colapso de economías enteras y una redistribución radical del poder global. Es esta amenaza al orden económico y geopolítico establecido la que, según se argumenta, impulsa la necesidad de ocultación.

El Desafío Constitucional: La Libertad de Expresión Frente al Estado Profundo

La existencia del Deep State, entendido como un gobierno dentro de un gobierno que opera de forma independiente, plantea serias cuestiones sobre la soberanía y los derechos individuales. Las personas que trabajan dentro de este sistema secreto, ya sean científicos, militares o personal administrativo, pueden encontrarse en una posición moralmente comprometida. Si un individuo, basado en su ética o en el conocimiento de que la información que posee podría beneficiar a toda la humanidad, decide hacerla pública, se enfrenta a un dilema.

La ley constitucional de un país democrático, como Estados Unidos, protege la libertad de expresión. Si un científico o militar considera que la información sobre tecnología avanzada, que podría resolver problemas globales como la pobreza o la escasez de recursos, está siendo deliberadamente ocultada, tiene el derecho a hablar. Las leyes de un país se aplican a sus ciudadanos, independientemente de a qué entidad secreta sirvan dentro de ese país. El Deep State, al no ser una entidad legalmente reconocida ni democráticamente votada, no tiene la potestad de anular los derechos constitucionales de sus miembros.

Si un empleado del Deep State se encuentra en posesión de información que podría cambiar el statu quo mundial, y considera que su ocultación es perjudicial, su derecho a hablar se convierte en un principio fundamental. La Constitución estadounidense, que garantiza la libertad de expresión, actúa como un escudo contra las directrices no declaradas o la coerción de cualquier entidad no electa. La pregunta clave es si las estructuras de poder secretas pueden, de facto, anular estos derechos fundamentales en nombre de la seguridad nacional o del control de la información. La tensión entre el secreto gubernamental y los derechos constitucionales es un campo de batalla continuo.

El Futuro Incierto: Desclasificación, Tecnología y el Destino Humano

El debate sobre el Deep State y su presunta posesión de tecnología no humana es un reflejo de una profunda desconfianza hacia las instituciones de poder y una esperanza persistente en un futuro mejor. La idea de que se oculta una tecnología capaz de transformar radicalmente la vida en la Tierra es a la vez aterradora y esperanzadora. Si estas afirmaciones son ciertas, el secreto no solo priva a la humanidad de avances monumentales, sino que también perpetúa un sistema de control y desigualdad.

La figura del Dr. Steven Greer, junto con testimonios como el de Bob Lazar, representa el esfuerzo continuo por desvelar lo oculto. Su trabajo, a pesar de las críticas y el escepticismo, ha logrado mantener viva la conversación sobre la posibilidad de que el gobierno estadounidense esté en posesión de conocimientos y artefactos que trascienden nuestra comprensión científica actual. La desclasificación de documentos, la apertura de archivos y la presión pública son las herramientas que, según los defensores de la divulgación, pueden obligar a la verdad a salir a la luz.

La existencia de máquinas voladoras con propulsión gravítica, la posibilidad de que se esté utilizando tecnología no humana, y el rol del Deep State en esta compleja trama, nos obligan a cuestionar nuestras realidades. ¿Estamos viviendo en un mundo donde la tecnología que podría resolver nuestros mayores problemas está siendo deliberadamente suprimida para mantener un orden basado en el petróleo y el control? La respuesta a esta pregunta, si alguna vez llega, podría ser la más importante de la historia de la humanidad. El silencio actual no significa ausencia de verdad, sino la persistencia de un enigma que exige ser desvelado. La pregunta no es si existe una tecnología avanzada oculta, sino cuándo y cómo se compartirá, y qué implicaciones tendrá para el futuro de nuestra civilización.