
Dulce: El Enigma Subterráneo Revelado
Imagina un lugar oculto, un secreto enterrado bajo capas de engaño y negación. Un lugar donde la realidad se distorsiona y las pesadillas se hacen tangibles. Prepárate para descender a las profundidades de la base de Dulce, un enigma que desafía toda lógica y razón. Lo que estás a punto de leer podría cambiar para siempre tu percepción del mundo que te rodea.
La Enigmática Dulce: Un Pueblo Bajo Sospecha
Dulce, Nuevo México. Un nombre que evoca imágenes de tranquilidad y aislamiento. Situada en el corazón de la reserva de la nación Apache Jicarilla, a tiro de piedra de la frontera con Colorado, esta pequeña localidad de apenas 3,000 habitantes parece un oasis de paz en el árido paisaje del suroeste americano. Calles silenciosas, casas bajas y un entorno natural de colinas y bosques que invitan a la calma. Pero no te dejes engañar por las apariencias. Bajo esta fachada idílica, se esconde uno de los secretos más oscuros y perturbadores de la ufología moderna: la base de Dulce.
Según numerosos testimonios, investigadores y lugareños, bajo la imponente silueta de la Mesa Archuleta, una montaña de formas abruptas y paredes escarpadas, se oculta una instalación subterránea de proporciones inimaginables. Un laberinto de túneles y laboratorios donde se llevarían a cabo experimentos de naturaleza imposible, desafiando las leyes de la física y la moral. Y lo más inquietante de todo: una base que, según estas mismas fuentes, estaría bajo el control de entidades no humanas, posiblemente seres de origen extraterrestre o interdimensional.
Durante décadas, Dulce ha sido un foco de actividad anómala, con una alta densidad de avistamientos inexplicables. Las historias sobre luces imposibles surcando el cielo nocturno, objetos silenciosos flotando entre las cumbres y extrañas figuras acechando en la oscuridad se remontan mucho más allá de la era moderna. Los propios apaches ya hablaban de la "gente del cielo", apariciones misteriosas desde tiempos inmemoriales. Para ellos, la Mesa Archuleta es un lugar tabú, una meseta cargada de presencias extrañas y energías desconocidas.
El Rancho Maldito: Primeros Indicios de un Horror Oculto
Uno de los primeros casos documentados que sacó a Dulce de su anonimato ocurrió en 1975. Un ranchero local, perturbado por la desaparición de varias reses, decidió recorrer su propiedad al amanecer. Lo que encontró fue el inicio de una pesadilla. Una de sus vacas yacía muerta en medio del campo, pero no de forma natural. Algo terrible había sucedido. Alarmado, llamó a la policía. El oficial Gabe Valdez fue el encargado de acudir al lugar, sin imaginar que aquel hallazgo cambiaría su vida y la percepción del misterio en Dulce para siempre.
El animal no presentaba signos de lucha ni heridas sensibles. Sin embargo, al examinarlo más de cerca, Valdez quedó sobrecogido. La vaca había sido drenada completamente de sangre. La piel y los músculos estaban intactos, pero varios órganos internos habían sido extraídos con una precisión quirúrgica que descartaba cualquier depredador, incluso a una persona con conocimientos rudimentarios. Alrededor del cadáver, el suelo estaba marcado por una serie de huellas de trípode, como si una máquina hubiese descendido del cielo. Extraños círculos de quemaduras y un residuo aceitoso de color amarillo, que tras ser analizado en varios laboratorios, no pudo ser identificado por ningún experto.
Pero había algo aún mucho más inquietante: ni insectos ni animales carroñeros se acercaban al cadáver. Días después, el cuerpo permanecía prácticamente sin descomponerse, ignorado por la vida natural, como si hubiera quedado impregnado de algo repulsivo para cualquier ser vivo. En los meses siguientes, el fenómeno se intensificó. Hasta 17 animales más fueron hallados en circunstancias idénticas. Siempre las mismas anomalías: ausencia total de nódulos linfáticos, múltiples órganos faltantes, sangre que no coagulaba y signos de una tecnología que superaba todo lo conocido.
La comunidad rural, tradicionalmente escéptica, empezó a inquietarse de verdad. Y no solo sucedía en Dulce. En otros ranchos cercanos, incluso en estados vecinos, empezaron a reportar casos idénticos. El propio Valdez, fascinado y horrorizado a partes iguales, comenzó a investigar a fondo. Su búsqueda lo llevó a descubrir patrones inquietantes: miles de mutilaciones similares a lo largo y ancho del suroeste estadounidense, muchas de ellas acompañadas de informes sobre luces extrañas, helicópteros negros sin identificación y fenómenos que desafiaban cualquier explicación lógica.
Las autoridades federales restaban importancia o directamente ocultaban la información, pero los afectados sabían que algo fuera de lo común estaba ocurriendo. La pregunta se hacía inevitable: ¿Eran estos hechos parte de una operación militar secreta? ¿Una suerte de experimento encubierto utilizando tecnología avanzada? ¿O había algo aún más inquietante tras todo esto?
En este punto crucial de la investigación, Valdez se topó con un hombre que cambiaría el rumbo de la historia: Paul Bennewitz, un ingeniero eléctrico de renombre con contratos directos con las fuerzas aéreas y la NASA. Bennewitz vivía a escasa distancia de la base militar de Kirtland y afirmaba, sin dudar, haber captado transmisiones de origen no humano de instalaciones subterráneas cercanas. Juntos, Valdez y Bennewitz empezaron a conectar los puntos: mutilaciones de ganado, avistamientos de luces imposibles, abducciones inexplicables y la constante presencia de instalaciones militares secretas. Poco a poco, emergía una hipótesis aterradora: bajo la meseta de Dulce se oculta una base donde la biotecnología más avanzada se mezcla con experimentos genéticos, abducciones humanas y un secretismo absoluto impuesto tanto por intereses militares como por entidades no humanas. Así nació una de las teorías más siniestras de la ufología moderna: la existencia de una base oculta bajo las montañas de Dulce, un laboratorio donde la ciencia y el horror caminan de la mano y donde el ser humano no es el experimentador, sino la víctima.
Casos Aterradores: Víctimas de un Experimento Inhumano
La historia de la base de Dulce no se limita a la especulación y las teorías conspirativas. A lo largo de los años, numerosos individuos han surgido con testimonios escalofriantes que, si bien no pueden ser verificados de manera independiente, aportan una capa adicional de intriga y terror al enigma.
El Caso de Myrna Hansen: Abducción, Hipnosis y un Implante Misterioso
En mayo de 1980, Myrna Hansen viajaba junto a su hijo cerca de la localidad de Eagle Nest, Nuevo México. Conduciendo por una vía rural, el silencio era total, solo roto por el ronroneo del motor y el ocasional ulular del viento entre los matorrales. Pero esa calma fue abruptamente interrumpida cuando, en la mitad de la oscuridad, dos luces extremadamente brillantes aparecieron flotando sobre un prado a un costado del camino.
La curiosidad pudo más que el miedo. Myrna detuvo el coche, ambos descendieron y observaron en silencio. Fue entonces cuando presenciaron algo tan surrealista que jamás en sus vidas podrían olvidar: una vaca paralizada bajo una de las luces comenzó a elevarse suavemente, suspendida del aire por un haz luminoso, hasta ser absorbida por la nave que flotaba muda sobre sus cabezas.
A partir de ahí, los recuerdos de Myrna y su hijo se vuelven difusos. El siguiente instante que lograron recordar fue despertar de pronto dentro del coche, el motor completamente apagado, las llaves aún puestas y varias horas perdidas en el reloj. Un terror sordo, visceral, latía en el fondo de sus mentes, acompañado de la certeza de que algo imposible les había sucedido.
El caso llegó rápidamente a oídos del oficial Gabe Valdez, quien ya se hallaba sumergido hasta el cuello en la investigación. Consciente de que estaban ante un caso extraordinario, Valdez contactó con Paul Bennewitz, el ingeniero que ya venía monitorizando anomalías electromagnéticas y supuestas señales no humanas cerca de las instalaciones militares. Para intentar desentrañar lo que había ocurrido, recurrieron a la hipnosis regresiva con el objetivo de desbloquear los recuerdos traumáticos suprimidos de Myrna.
Lo que emergió bajo el trance fue aún más escalofriante. Myrna relató que fue sometida a un examen físico invasivo en un lugar que, por su descripción, no era de este mundo. Habló de pasillos interminables metálicos, ascensores que descendían a velocidades vertiginosas, salas iluminadas por una luz fría y artificial y, lo más perturbador, tanques de cristal en los que flotaban partes humanas, ojos que la observaban desde la penumbra y voces telepáticas que le aseguraban que su captura había sido un accidente, pero que el procedimiento debía continuar.
Un detalle especialmente inquietante fue la sensación, durante el trance, de que le habían implantado un pequeño dispositivo en la base del cráneo. Sin vacilar, señaló el punto exacto donde sentía una presión anómala, como si algo ajeno estuviese alojado bajo su piel. Para sorpresa de todos, una radiografía realizada en el Lovelace Medical Center reveló la presencia de un cuerpo extraño, un objeto desconocido, justo en el lugar indicado por Myrna. Un detalle imposible de explicar mediante causas naturales o accidentes comunes.
Este caso, con sus elementos de abducción, examen invasivo, pérdida de memoria, hipnosis regresiva y un implante físico, encaja perfectamente con el patrón recurrente en los relatos de abducción extraterrestre, lo que añade una capa adicional de credibilidad a la teoría de la existencia de la base de Dulce.
Richard Doty, ¿Confesión o Desinformación?
Durante las sesiones hipnóticas, Myrna, dotada de una memoria visual privilegiada, realizó varios dibujos detallados de los pasillos, las salas y los laboratorios que recordaba. Bennewitz, convencido de que algo real y tangible se ocultaba tras esos recuerdos fragmentados, decidió compartir estos bocetos con una persona clave: Richard Doty, agente de la OSI (Oficina de Investigaciones Especiales) de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos.
Para sorpresa de Doty, los planos y dibujos de Myrna coincidían punto por punto con los mapas internos del complejo subterráneo de almacenamiento nuclear situado bajo las montañas Manzano, adyacentes a la base aérea de Kirtland, uno de los enclaves militares más secretos del país. Al mismo tiempo, los equipos electrónicos de Bennewitz seguían detectando señales extrañas, transmisiones de radio anómalas que emanaban del subsuelo y que parecían corresponder a algún tipo de comunicación no humana, y luces que emergían del suelo ascendiendo en vertical y desapareciendo en el cielo sin emitir el más mínimo ruido.
Todo esto llevó a Bennewitz a una conclusión estremecedora: bajo la superficie de las instalaciones selladas al mundo exterior operaba una fuerza ajena a la humanidad y Dulce no era un caso aislado.
En este punto, es crucial considerar el papel de Richard Doty. Conocido por su participación en numerosos casos de desinformación y manipulación dentro del ámbito de la ufología, Doty podría haber estado utilizando la información proporcionada por Bennewitz y Myrna para encubrir la verdadera naturaleza de la base de Dulce. La coincidencia entre los dibujos de Myrna y los mapas de la instalación nuclear podría haber sido una estrategia deliberada para desviar la atención del público y de otros investigadores.
Mientras tanto, las mutilaciones de ganado no cesaban. En cada nuevo caso, Valdez tomaba muestras y realizaba mediciones ambientales. Lo que encontró resultaba inquietante: en los lugares donde aparecían los cuerpos, los niveles de radiación eran el doble de lo normal, sin explicación aparente. En las noches, testigos presenciales reportaban la aparición de orbes anaranjados y rojizos flotando sobre los pastizales, mientras que, de día, helicópteros negros sin matrículas ni marcas identificativas patrullaban la zona de manera insistente.
La magnitud del fenómeno superaba todo lo imaginable. Entre 1975 y mediados de los 80, se contabilizaron cerca de 8,000 casos documentados de mutilaciones de ganado en el suroeste estadounidense, todos ellos con un patrón quirúrgico casi idéntico: ausencia de sangre, órganos internos extraídos con precisión, ausencia de depredadores y un silencio administrativo que alimentaba aún más las sospechas.
Phil Schneider: El Ingeniero que Rompió el Silencio
A medida que avanzaba la investigación de Bennewitz y Valdez, otros expertos empezaron a descubrir que lo que pasaba en Dulce podía ser solo la punta del iceberg. Las mismas anomalías, mutilaciones y luces imposibles se reportaban en zonas alejadas, en Nevada, Utah, Colorado y Arizona. Todas estas regiones parecían estar conectadas por un misterioso sistema de túneles subterráneos. Informantes anónimos, algunos con supuestas conexiones en el ámbito militar, hablaban de trenes de levitación magnética capaces de transportar carga y personal a velocidades superiores a Mach 2 entre instalaciones dispersas por todo el país. Una red nacional de bases secretas, financiada y operada en la más absoluta clandestinidad, se extendía como una telaraña bajo la superficie de Estados Unidos.
Pero a pesar de la creciente montaña de indicios y rumores, faltaba el testimonio definitivo. Alguien que desde dentro pudiera confirmar la existencia física de la base de Dulce, alguien que trabajara allí, como Bob Lazar en el Área 51. Y ese testigo llegó en 1995, y su nombre era Phil Schneider.
En 1995, en una conferencia, el ambiente estaba cargado de expectación y misterio. Entre el público abundaban investigadores del fenómeno ovni, curiosos e incluso exmilitares, todos reunidos en busca de respuestas. Fue entonces cuando un hombre subió al escenario. Con paso cansado, la mirada marcada por el sufrimiento, dio un discurso que resonaría en el mundo de la ufología para siempre. Su nombre era Phil Schneider.
Lo primero que hizo fue levantar su mano izquierda, mostrando las huellas imborrables de la tragedia: varios dedos mutilados, cicatrices profundas, la piel deformada por quemaduras. Y sin rodeos, dijo lo siguiente: "Yo estuve allí, vi a esas criaturas, vi morir a 66 personas en una batalla subterránea que el gobierno de Estados Unidos jamás reconocerá".
El testimonio de Schneider, lejos de ser un simple relato más de la subcultura ufológica, pronto se convirtió en uno de los relatos más inquietantes y perturbadores de toda la historia moderna sobre el fenómeno OVNI y las conspiraciones gubernamentales.
El Encargo en la Mesa Archuleta: Un Descenso al Infierno
Schneider no era un aficionado. Era ingeniero geológico de formación, especializado en estructuras subterráneas de alta seguridad, y trabajaba para importantes contratistas del gobierno estadounidense, entre ellos la empresa Morrison Knudsen, conocida por participar en megaproyectos secretos.
En 1979, recibió un encargo delicado: debía supervisar la perforación y ampliación de un túnel bajo la Mesa Archuleta, justo en la zona donde se rumoreaba la existencia secreta de la base de Dulce. El proyecto, clasificado como de máxima seguridad, requería discreción absoluta. La orden oficial era ampliar instalaciones subterráneas para el almacenamiento.
Pero desde el primer día, los ingenieros y operarios notaron que algo no cuadraba. Las máquinas de perforación sufrían averías inexplicables, brocas de tungsteno que se rompían como si golpearan acero, equipos eléctricos que fallaban de manera simultánea. Además, el aire que emergía de los túneles era espeso, con un hedor que recordaba a carne podrida o a materia orgánica en descomposición. Un olor tan intenso que algunos trabajadores llegaron a enfermar.
Preocupados por la seguridad, los responsables del proyecto decidieron detener los trabajos y descender para inspeccionar personalmente el túnel. Phil Schneider, acompañado por varios operarios y personal militar armado, entre ellos, según su testimonio, soldados de élite del programa Green Beret, bajaron al fondo del túnel.
Lo que encontraron allí no tenía explicación lógica. En vez de roca virgen, hallaron una cavidad artificial, tallada y revestida con una precisión imposible de lograr con la tecnología humana conocida. No estaban abriendo un túnel, estaban irrumpiendo en una estructura que ya existía.
El ambiente era irrespirable, cargado con electricidad estática. De pronto, a lo lejos, vislumbraron formas moviéndose en la penumbra. Phil apenas pudo procesar lo que veía: criaturas de casi dos metros de altura, piel grisácea verdosa, cabezas grandes, ojos completamente negros, sin pupilas. Y no estaban solos. Otras criaturas, más bajas y robustas, de aspecto reptiliano, acechaban desde las sombras.
El pánico se apoderó del grupo. Phil instintivamente desenfundó su pistola y disparó contra la criatura más cercana. El ser cayó, pero la reacción fue inmediata. Otra criatura levantó lo que Schneider describió como un arma de rayos o de plasma. Un destello cegador y Phil sintió una explosión de dolor insoportable. Su torso fue alcanzado de lleno, su mano izquierda quedó carbonizada, los huesos expuestos. Voló varios metros, impactando contra una pared rocosa.
Aturdido y al borde del colapso, recuerda cómo uno de los soldados, un Green Beret de los que le acompañaba, lo arrastró hasta el ascensor, salvándole la vida en el último segundo. Los demás no tuvieron la misma suerte. Schneider asegura que aquel día, en las profundidades de la Mesa Archuleta, 66 hombres murieron, élites militares aniquiladas en segundos por entidades que no estaban dispuestas a permitir intrusos en su territorio subterráneo.
El Pacto Secreto: Entrega a Cambio de Tecnología
El incidente, según Phil, provocó una crisis a puerta cerrada en los niveles más altos del gobierno de Estados Unidos. Las opciones eran pocas y todas peligrosas: iniciar una guerra subterránea contra seres tecnológicamente superiores o intentar negociar.
Finalmente, los altos mandos optaron por la segunda opción. Así, a partir de 1979, se habría renovado y ampliado un tratado secreto. Acceso a tecnología avanzada y conocimientos científicos a cambio de que las entidades no humanas pudieran utilizar a seres humanos en experimentos. Se les permitió realizar abducciones selectivas, experimentos genéticos, extracción de glándulas, tejidos y hormonas, siempre que todo se mantuviera en el más absoluto secreto y con el compromiso, incumplido según Schneider, de minimizar el daño a la población.
Según sus palabras, Dulce no era una excepción, sino una pieza más en un engranaje monstruoso. Una red de más de 130 bases subterráneas interconectadas por trenes de levitación magnética capaces de circular a velocidades supersónicas, con un metro secreto bajo el continente americano, y más de 1,000 instalaciones semejantes distribuidas por todo el mundo.
Schneider fue más allá, asegurando que el Tratado de Greada, afirmado en 1954 entre el gobierno de Estados Unidos y una raza conocida como los Grises, sentó las bases de esta colaboración. Algunas especies alienígenas utilizan enzimas y adrenalina humana con fines recreativos o médicos. El ejército estadounidense posee tecnología, armamento y sistemas de transporte más de 100 años adelantados respecto a la tecnología civil.
El Silenciamiento de un Testigo Incómodo
Phil Schneider no tardó en convertirse en una figura incómoda. Viajó por todos Estados Unidos dando conferencias, mostrando sus heridas y contando una y otra vez la batalla de Dulce y la conspiración global que, según él, mantenía sometida a la humanidad. Decía ser constantemente vigilado y amenazado, y advertía en público: "Si alguna vez aparezco muerto, no fue un suicidio".
En enero de 1996, apenas un año después de sus revelaciones más impactantes, Phil fue hallado sin vida en su apartamento. El diagnóstico oficial: suicidio por estrangulamiento con una manguera médica. Sin embargo, sus allegados, incluida su esposa, denunciaron numerosas irregularidades. Phil tenía movilidad reducida por el cáncer de la mano mutilada, lo que hacía físicamente imposible que se hubiera quitado la vida de ese modo. No había nota de despedida. Además, cuando revisaron el apartamento, faltaban grabaciones, fotografías y documentos, cualquier prueba que pudiera sustentar su historia. La autopsia oficial fue contradictoria y las muestras de sangre y orina se perdieron misteriosamente, como si todo esto no fuera suficiente. Días después, apareció un obituario falso publicado sin el conocimiento ni el consentimiento de la familia, aumentando aún más las sospechas de que alguien quería silenciar definitivamente la historia de Phil Schneider.
Thomas Castello: El Jefe de Seguridad que Filtró la Verdad
Tras las impactantes revelaciones de Phil Schneider, la historia de Dulce se volvió aún más oscura y compleja. Surgió un nuevo nombre, envuelto en el misterio y la clandestinidad: Thomas Castello. A diferencia de Schneider, Castello nunca dio conferencias ni buscó la luz mediática. Se movió siempre en la sombra, temeroso por su vida, filtrando información solo cuando creyó que no tenía otra opción.
Castello afirmaba haber sido jefe de seguridad y fotógrafo militar asignado en instalaciones clasificadas de máximo secreto en Estados Unidos. Su vínculo con Dulce lo marcó de por vida. Su testimonio más completo no fue transmitido en una sala abarrotada, sino recogido en una única y polémica entrevista, la famosa "Branton Interview". Allí, Castello ofreció un relato aterrador y detallado de lo que habría presenciado en las profundidades de la base.
Antes de esfumarse sin dejar rastro, Castello filtró lo que él mismo denominó los "Dulce Papers": documentos, planos de la base, organigramas, notas codificadas y una serie de supuestas fotografías. Algunas de estas imágenes, desacreditadas por los escépticos, mostraban lo más impensable: humanos flotando inertes en tubos de clonación, tanques llenos de fluidos desconocidos y criaturas jamás vistas en la superficie.
Los Siete Niveles del Horror: Una Jerarquía Inhumana
Según Castello, la base de Dulce no era simplemente un laboratorio oculto, era un auténtico complejo subterráneo multinivel, diseñado para albergar una cooperación oculta entre el gobierno estadounidense y al menos tres razas alienígenas diferentes. Los siete niveles de la base, descritos por Castello con detalles escalofriantes, conformaban un microcosmos donde la humanidad había dejado de ser la especie dominante:
- Nivel 1: Seguridad, control de acceso y comunicaciones. Aquí, todo visitante debía identificarse y someterse a estrictos controles biométricos, pantallas, sensores y personal de vigilancia las 24 horas.
- Nivel 2: Las áreas de residencia y mantenimiento. Dormitorios, comedores, zonas de descanso para el personal humano, todo herméticamente aislado al resto del complejo.
- Nivel 3: Oficinas ejecutivas, laboratorios de investigación médica, centros de mando y administración.
- Nivel 4: El cerebro de la base. Laboratorios de control mental, neurotecnología, manipulación genética y condicionamiento psicológico. Aquí se experimentaba con la mente humana y su reprogramación.
- Nivel 5: El inicio del abismo. Este nivel estaba reservado exclusivamente a entidades no humanas y a las razas alienígenas residentes en la base. Según Castello, los humanos solo podían acceder con escolta y nunca sin autorización.
- Nivel 6: Conocido internamente como el "zoológico". Era el epicentro de los experimentos más siniestros, laboratorios de ingeniería genética donde se cruzaba ADN humano y no humano. Aquí, en jaulas y tanques, se almacenaban criaturas híbridas, seres deformes, monstruosidades fruto de una ciencia desbocada. Algunos de estos híbridos, decía Castello, caminaban por los pasillos, otros apenas sobrevivían unas horas o minutos tras su creación.
- Nivel 7: El más perturbador, el más profundo y el más temido. Cámaras de criogenia, almacenamiento de cuerpos y seres en suspensión. Según el testimonio, en estas cámaras yacían restos de experimentos fallidos, humanos abducidos y criaturas conservadas para futuros estudios.
Castello era muy claro: a partir del nivel 5, los humanos no mandaban. Las reglas, la jerarquía y las decisiones eran impuestas por entidades no humanas. Y la vida humana allí valía poco o nada.
Horrores Biotecnológicos: El Lado Más Oscuro de la Ciencia
Según los relatos de Castello, las prácticas científicas en Dulce eran una auténtica pesadilla:
- Biotecnología descontrolada: Cámaras de clonación repletas de cuerpos en desarrollo, tubos repletos de líquido viscoso donde seres humanos, algunos abducidos de la superficie, otros nacidos en la propia base, eran manipulados, desmembrados y recombinados para crear nuevas formas de vida.
El objetivo era múltiple: crear esclavos obedientes, trabajadores más eficientes y seres capaces de sobrevivir en condiciones extremas o realizar tareas imposibles para un humano común. Se experimentaba con la regeneración de órganos, la modificación genética, la implantación de capacidades extrasensoriales y el control mental desde el nacimiento. Para muchos, la base de Dulce era una auténtica fábrica de los horrores, donde el cuerpo y la mente humana se reducían a simples piezas de un experimento. Algunos híbridos salían funcionales y se integraban como mano de obra en los niveles inferiores, otros, por el contrario, resultaban monstruosidades inestables, incapaces de sobrevivir más que unas pocas horas. Todo lo que no servía acababa almacenado en el séptimo nivel.
Los Draco: Amos del Subsuelo Terrestre
Lo que más aterrorizó a Castello fue el descubrimiento de la jerarquía que dominaba esa base. Por encima de científicos humanos y técnicos alienígenas, gobernaban los llamados Draco, seres de aspecto reptiliano gigantescos, dotados de una inteligencia y fuerza física abrumadoras.
Los Draco, según su testimonio, no eran simples visitantes de otro mundo. Eran los auténticos dueños del subsuelo terrestre, presentes desde tiempos prehistóricos. Eran ellos quienes habían construido, milenios atrás, la red de túneles bajo la superficie del planeta, utilizando a las demás especies como fuerza laboral. Sus órdenes no se discutían. Los humanos, incluso los militares de más alto rango, debían inclinarse ante su voluntad.
La convivencia entre especies era fría y jerarquizada. El miedo y la obediencia eran la norma. Y todo aquel que rompía las reglas, humano o no humano, simplemente desaparecía.
Aterrorizado por lo que había visto y sabiendo que su vida corría peligro, Castello tomó una decisión aún más arriesgada: sustrajo documentos, planos y fotografías y huyó de Estados Unidos. Se escondió en Europa, moviéndose constantemente para no ser localizado. Desde su desaparición, nada se ha sabido de él. Algunas fuentes aseguran que fue asesinado para silenciarle. Otros creen que sigue vivo, protegido bajo una nueva identidad, temiendo por su vida cada día. Lo cierto es que sus documentos, los Dulce Papers, siguen circulando entre los investigadores y, para muchos, representan la prueba definitiva de que la base de Dulce no es solo una leyenda, sino una advertencia.
Un Pacto Secreto: La Humanidad en la Balanza
Si damos por válidos los testimonios de figuras como Phil Schneider y Thomas Castello, la historia de la base de Dulce deja de ser una simple leyenda de conspiraciones o una anécdota marginal sobre mutilaciones de ganado. Se convierte en una revelación de algo muchísimo más grande, inquietante y profundo: un acuerdo secreto sellado en las sombras, no en nombre de la humanidad, sino por una élite de poder dispuesta a todo para preservar su supremacía. Un pacto donde la vida y la dignidad humana se negocian a cambio de conocimiento prohibido, tecnología inalcanzable y un control absoluto sobre la información.
El Tratado de Greada: La Puerta de Entrada al Abismo
Las raíces de esta conspiración se remontan al año 1954, en plena Guerra Fría, bajo la administración del presidente Dwight D. Eisenhower. El gobierno estadounidense habría dado el paso más temerario de su historia al establecer un contacto formal con una raza de seres no humanos, los llamados Grises.
El pacto se basaba en un intercambio macabro: se aceptaban las abducciones y los experimentos con humanos, con ciertos límites, a cambio de compartir tecnología militar y aeroespacial avanzada, sistemas de propulsión antigravitacional, aleaciones desconocidas…
Pero la cosa se fue de control. Lo que empezó con una colaboración controlada terminó escapando de las manos. A medida que pasaban los años, los informes de abducciones crecían exponencialmente. Las listas entregadas por las entidades pronto quedaron desfasadas y sin sentido. Los Grises, y posiblemente otras razas, comenzaron a operar al margen de este supuesto protocolo. Ya no solicitaban permiso, simplemente actuaban. La colaboración degeneró en una complicidad forzada. El gobierno, atrapado en su propio silencio, se convirtió en cómplice, consciente o no, de un sistema donde el ser humano solo era la materia prima.
La base de Dulce, por su nivel de secretismo y su desarrollo biotecnológico, se convirtió en el epicentro de estas actividades, laboratorios subterráneos donde la genética humana era manipulada sin ética ni piedad. Incluso dentro del estamento militar, solo una élite selecta tenía conocimiento del acuerdo real. La mayoría de soldados, técnicos y operarios trabajaban sin entender todo en lo que estaban metidos, cumpliendo órdenes, encerrados en un mundo de compartimentación y miedo.
La Agenda Oculta: Reducción Poblacional y Control Mental
En el nivel cuatro de la base de Dulce, según Castello y otros informantes, se investigaban y perfeccionaban tecnologías de manipulación mental a niveles inquietantes:
- Programación neurológica: Técnicas para implantar recuerdos falsos, borrar traumas, reprogramar la identidad de una persona y convertirlas en agentes dormidos, incapaces de recordar su verdadero origen y misión.
- Frecuencias electromagnéticas: Equipos capaces de alterar estados emocionales, inducir comportamientos o manipular la voluntad de grupos enteros de personas a distancia.
- Drogas de control mental: Sueros de la verdad, sustancias capaces de anular la voluntad de un individuo y obligarlo a revelar sus secretos más profundos.
Todo esto, según algunas teorías, no era más que un ensayo para un proyecto mucho más ambicioso: un plan que buscaba reducir la población mundial entre un 80 y un 90% mediante guerras, pandemias, hambrunas y otras crisis orquestadas desde la sombra.
El siguiente punto sería crear una humanidad híbrida, una población obediente, programada genéticamente, despojada de raíces culturales y espirituales, incapaz de rebelarse y cuestionar el sistema.
El nuevo orden mundial: una distopía donde la privacidad, la libertad y la individualidad son recuerdos del pasado y donde toda la humanidad vive bajo el ojo permanente de un sistema que lo ve, lo sabe y lo controla todo.
¿Es la base de Dulce una leyenda o una advertencia? ¿Somos víctimas de una conspiración interdimensional o simplemente de nuestra propia paranoia? La respuesta, si es que existe, se esconde en las sombras, esperando ser descubierta.
Ahora te toca a ti. ¿Qué opinas de todo esto? ¿Crees que la base de Dulce es real? ¿Has tenido alguna experiencia que te haga cuestionar la realidad que te rodea? Comparte tus pensamientos y opiniones en los comentarios. El debate está abierto.
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