
Narumi Kurosaki: El misterio sin resolver que atormenta a Francia y Japón
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El Grito Silenciado de Besançon: La Desaparición de Narumi Kurosaki
Hay historias que trascienden la crónica de sucesos para convertirse en pesadillas tangibles, recordatorios sombríos de que, a veces, los peores monstruos se esconden detrás de rostros conocidos y promesas de amor. Son relatos que nos obligan a confrontar una verdad incómoda: la vida no siempre sigue un guion justo, los malos no siempre pierden y los buenos no siempre ganan. El caso de Narumi Kurosaki es una de esas historias. Es un laberinto de obsesión, mentiras y un crimen sin cuerpo que se extiende a través de tres continentes: Japón, Chile y Francia. Un misterio que comienza con el sueño de una joven brillante y termina con un grito desgarrador en la quietud de una noche universitaria, un grito que, años después, todavía resuena en busca de justicia.
Una Joven Promesa con Ganas de Volar
Para entender la magnitud de esta tragedia, primero debemos conocer a su protagonista. Narumi Kurosaki nació el 23 de julio de 1995 en Tokio, Japón. Creció en un hogar encabezado por una madre luchadora, Taeko, quien trabajaba incansablemente en múltiples empleos para sacar adelante a Narumi y a sus dos hermanas menores, Kurumi y Honami. El padre era una figura ausente, una circunstancia que pareció forjar en Narumi un profundo sentido de la responsabilidad desde muy joven. Apenas tuvo oportunidad, comenzó a trabajar para ayudar económicamente en casa.
Quienes la conocieron la describen como un portento: una joven cercana, estudiosa, talentosa en los deportes, dotada para los idiomas y habilidosa con los instrumentos musicales. Su excelencia académica la llevó a la prestigiosa Universidad de Tsukuba, específicamente al campus más internacional de Tokio, en la prefectura de Ibaraki, donde cursaba ciencias sociales. Pero Narumi tenía un anhelo que iba más allá de las fronteras de su país. Soñaba con el mundo, con sumergirse en otras culturas, y sentía una especial fascinación por Europa.
Ese sueño comenzó a materializarse cuando su universidad ofreció un programa de intercambio con Francia. Narumi aplicó sin dudarlo y, en 2016, con apenas 21 años, fue seleccionada. Su destino era la Universidad de Franche-Comté en Besançon, una pintoresca ciudad en la región de Borgoña. La emoción de hacer las maletas y despedirse de su familia era inmensa; por fin iba a vivir la vida que tanto había anhelado.
Besançon: Un Escenario de Cuento de Hadas
Besançon no es una metrópolis como Tokio. Situada en el este de Francia, casi en la frontera con Suiza, es una ciudad rodeada de colinas verdes y paisajes que parecen sacados de una fábula. Su ciudadela fortificada es Patrimonio de la Humanidad, y sus calles empedradas respiran historia. Para Narumi, el cambio debió ser abrumador: pasar del bullicio incesante de Tokio a la tranquilidad relativa de una ciudad universitaria europea. A pesar de ser un lugar de estudiantes, con su animada vida de bares, cafés y bibliotecas, Besançon ofrecía una calma que contrastaba radicalmente con su origen.
Narumi se instaló en la residencia estudiantil del campus, en la habitación 106. Para poder seguir sus clases universitarias, primero debía perfeccionar su francés, por lo que se matriculó en el prestigioso centro lingüístico CLA. A pesar de la barrera del idioma y el vértigo de estar sola en un continente nuevo, su entusiasmo y su carácter abierto le permitieron hacer amigos rápidamente. Su predisposición a conocer gente y a absorber la nueva cultura era su mejor carta de presentación.
Uno de los primeros vínculos que formó fue con Arthur del Piccolo, un estudiante francés de 26 años. Arthur estudiaba en la Escuela Nacional Superior de Mecánica y Microtécnicas, una institución especializada, entre otras cosas, en la relojería de precisión. Aunque no compartían clases ni facultad, se conocieron en el campus y él se convirtió en un pilar fundamental para ella, ayudándola a adaptarse y enseñándole los entresijos de su nueva vida. Arthur sería una figura clave, no solo como amigo, sino como testigo de la tormenta que se avecinaba.
Mientras Narumi se adaptaba a su nueva rutina, entre clases de francés y nuevas amistades, el tiempo pasaba. Octubre y noviembre de 2016 fueron meses de descubrimiento y felicidad. Pero a medida que el invierno se cernía sobre Besançon, una sombra oscura de su pasado comenzaba a proyectarse sobre su futuro.
Un Grito en la Noche
La noche del domingo 4 al lunes 5 de diciembre de 2016, el silencio envolvía el campus residencial. La mayoría de los estudiantes dormían, preparándose para una nueva semana de clases. Alrededor de las tres de la madrugada, la paz se hizo añicos. Cerca de la habitación 106, la de Narumi, resonó un grito desgarrador. No fue un grito de sorpresa o de fiesta; fue un alarido de puro terror, uno de esos sonidos que hielan la sangre y anuncian que algo terrible ha sucedido. Inmediatamente después del grito, se escucharon golpes sordos y violentos.
Los residentes de las habitaciones contiguas, en su mayoría chicas jóvenes, se quedaron paralizados por el miedo. Nadie se atrevió a salir. Algunas escribieron a sus amigos, aterrorizadas, con mensajes que decían cosas como: Parece que han matado a alguien. La sensación de que habían presenciado algo grave era unánime y palpable.
A la mañana siguiente, la vida en el campus pareció reanudarse con normalidad. El grito de la madrugada quedó relegado a una anécdota inquietante, una posible broma de mal gusto. Sin embargo, en el aula de francés de Narumi, su asiento estaba vacío. Su ausencia llamó poderosamente la atención de compañeros y profesores. Era inconcebible que una alumna tan dedicada, puntual y participativa como ella faltara sin avisar. Un profesor, extrañado, preguntó por ella, pero nadie sabía nada.
La preocupación de Arthur del Piccolo crecía por momentos. La noche anterior, había recibido un extraño correo electrónico supuestamente de Narumi. Para entonces, su amistad se había convertido en una relación sentimental. El mensaje era cortante y confuso. Le decía que iba a quedar con otra persona y que no quería verle. Arthur se sintió herido y desconcertado, ya que el día anterior todo había estado bien entre ellos. Pero su confusión se transformó en alarma cuando se enteró de que Narumi no había ido a clase y nadie podía encontrarla. El grito, la ausencia y el extraño mensaje comenzaron a tejer una red de sospechas.
Mensajes desde el Abismo: Una Coartada Digital
El pánico inicial de sus amigos, que conectaron inmediatamente su desaparición con el grito, se disipó parcialmente cuando familiares y amigos comenzaron a recibir mensajes desde las cuentas de Narumi. En ellos, explicaba que había tenido que viajar de urgencia a Lyon por un problema con su pasaporte. Según los mensajes, era un asunto grave que debía solucionar de inmediato para no ser deportada a Japón.
Sin embargo, estos mensajes, lejos de tranquilizar, levantaron más alarmas. Había algo profundamente anómalo en ellos. Los mensajes enviados a su familia en Japón, escritos en su lengua materna, contenían errores gramaticales y faltas de ortografía que un hablante nativo como Narumi jamás cometería. Parecían traducciones literales y torpes. Una de sus profesoras de francés recibió un correo de ella escrito en un francés precario, cuando Narumi, consciente de sus limitaciones, siempre se comunicaba en inglés. Sus amigos también notaron que el estilo de escritura no era el suyo.
A pesar de las rarezas, el hecho de que se estuvieran enviando mensajes mantenía una frágil esperanza. Quizás estaba pasando por algo extraño, pero al menos estaba en contacto. Sin embargo, el 13 de diciembre, los mensajes cesaron por completo. El silencio digital fue ensordecedor.
Fue entonces cuando Arthur, junto con las autoridades de la universidad, decidió que no podían esperar más. Presentaron una denuncia formal por desaparición ante la policía. La posibilidad de un incidente internacional con una estudiante de intercambio era algo que la institución no podía ignorar. La investigación oficial había comenzado.
La Sombra del Pasado: Nicolás Cepeda
La policía francesa, aunque inicialmente escéptica, comenzó a investigar. Su primera parada fue la habitación 106. Al entrar con una llave maestra, encontraron una escena que no cuadraba con la historia del viaje a Lyon. El abrigo de Narumi estaba allí, colgado. Su bolso y su monedero, con dinero en efectivo, también. En pleno diciembre, en una Francia gélida, era impensable que alguien emprendiera un viaje sin su abrigo y sin dinero.
Los agentes rastrearon sus tarjetas de crédito y confirmaron una transacción: la compra de un billete de tren a Lyon, realizada el día después del grito. Esto parecía corroborar su historia, pero una simple comprobación destrozó la coartada: no hay ninguna embajada o consulado japonés en Lyon. La excusa era una mentira, ya fuera de Narumi o de alguien que se hacía pasar por ella.
La investigación se centró entonces en su círculo cercano. Arthur fue interrogado, pero su genuina preocupación y su papel activo en la denuncia lo descartaron rápidamente. Sin embargo, él les proporcionó la pieza que cambiaría el rumbo de todo el caso. Les habló de una figura que había estado atormentando a Narumi desde la distancia: su exnovio chileno, Nicolás Cepeda.
Nicolás Humberto Cepeda Contreras, nacido en Temuco, Chile, el 11 de diciembre de 1990, provenía de una familia acomodada. Su padre era un ejecutivo de una importante compañía telefónica y su madre había trabajado en la administración pública. Descrito como metódico, competitivo y ambicioso, Nicolás, al igual que Narumi, tenía aspiraciones internacionales. En 2014, una oportunidad de intercambio lo llevó precisamente a la Universidad de Tsukuba, en Japón.
Allí conoció a Narumi. Para ella, un joven chileno representaba esa conexión con el mundo que tanto anhelaba. Se enamoraron rápidamente. La relación parecía idílica. Nicolás se integró en la familia de Narumi y ella, a su vez, viajó a Chile en 2015 para conocer a la suya. Parecían una pareja consolidada y feliz.
Pero cuando la distancia se interpuso de nuevo entre ellos, la verdadera naturaleza de Nicolás comenzó a emerger. Se volvió posesivo y controlador. La paranoia de que Narumi le fuera infiel lo consumía. Le exigía llamadas constantes, a horas específicas, convirtiendo la comunicación en una obligación asfixiante.
A principios de 2016, Nicolás regresó a Japón con la intención de establecerse y construir una vida junto a ella. Pero los planes de Narumi eran otros. Fue entonces cuando le comunicó que había sido aceptada en el programa de intercambio en Francia. La noticia desató la furia de Nicolás. No podía soportar la idea de que ella se fuera, y mucho menos la perspectiva de no poder controlarla a miles de kilómetros de distancia.
Ya en Francia, aunque técnicamente seguían siendo novios, la relación se volvió insostenible. Narumi estaba cada vez más agobiada. El punto de inflexión fue un perturbador vídeo que Nicolás subió a la plataforma Dailymotion y le envió. En él, hablando en un inglés afectado y en tercera persona, le imponía una serie de «condiciones» que ella debía cumplir en un plazo de dos semanas para demostrar que era una «buena novia» y compensar «costos por su mal comportamiento». Era un ultimátum delirante y manipulador.
La reacción de Narumi fue el silencio, seguido de una ruptura definitiva. Las llamadas de Nicolás se multiplicaron, hasta veinte en un solo día. Le exigía fotos para saber dónde estaba y con quién. Llegó a hackear sus cuentas de Facebook y correo electrónico para ejercer presión. A principios de octubre, Narumi puso fin a la relación y poco después comenzó su noviazgo con Arthur del Piccolo. Para Nicolás, esto fue una afrenta intolerable.
Reconstruyendo un Puzle Macabro
La policía escuchó el relato de Arthur con atención. Un exnovio celoso y acosador era un móvil clásico, pero Cepeda estaba, en teoría, en Chile. Sin embargo, los investigadores decidieron tirar de ese hilo. Rastrearon sus registros migratorios y billetes de avión, una simple comprobación de rutina. El resultado fue escalofriante.
A finales de noviembre de 2016, Nicolás Cepeda había comprado un billete de avión de Santiago de Chile a Francia.
A partir de ese momento, la investigación se aceleró. Los agentes, utilizando cámaras de seguridad y registros electrónicos, comenzaron a reconstruir el viaje secreto de Cepeda. Descubrieron que había alquilado un coche, un Renault Scénic, en la ciudad de Dijon, cercana a Besançon. Rastrearon sus compras con tarjeta de crédito: combustible, cerillas y productos de limpieza con cloro. Una combinación siniestra.
Cada vez se acercaba más a su objetivo. Las cámaras lo situaron en la residencia de estudiantes de Narumi el 2 de diciembre, tres días antes de su desaparición. Había estado merodeando, observándola, escondiéndose.
La noche del 4 de diciembre, el día del extraño correo que Narumi envió a Arthur, ella efectivamente se había reunido con un chico. Ese chico era Nicolás. Las cámaras de seguridad del restaurante «La Table de Gustave» los captaron cenando juntos. Según los camareros, la cena fue tranquila. A las 2:58 de la madrugada del 5 de diciembre, las mismas cámaras de la residencia los grabaron entrando juntos en el edificio y dirigiéndose a la habitación de Narumi.
Unas horas más tarde, se escuchó el grito. Quienquiera que estuviera en esa habitación con Narumi cuando desapareció, era Nicolás Cepeda.
La Huida y la Evidencia Silenciosa
Mientras los amigos de Narumi comenzaban a preocuparse, Cepeda ya estaba ejecutando su plan de escape. La cronología de sus movimientos, reconstruida por la policía, es un testimonio de su premeditación:
- 7 de diciembre: Devuelve el coche de alquiler en Dijon. Los empleados de la agencia declararon que el vehículo estaba anormalmente cubierto de barro, tanto por fuera como por dentro.
- Tras la devolución: Toma un autobús a Ginebra, Suiza, y desde allí un vuelo a Barcelona, España.
- 8 de diciembre: Se aloja en Barcelona con su primo, Juan Felipe Ramírez, un médico. Durante su estancia, le hace preguntas inquietantes, como cuánto tiempo tarda en morir una persona por estrangulamiento.
- 12-13 de diciembre: Viaja a Madrid para tomar un vuelo con varias escalas de regreso a Chile.
Coincidencia o no, el 13 de diciembre, el mismo día que Nicolás Cepeda estaba en pleno viaje de vuelta a la seguridad de su país, fue el último día que los amigos y familiares de Narumi recibieron mensajes de sus cuentas.
Con Cepeda ya en Chile, la policía francesa intensificó la investigación forense. El equipo de criminalística regresó a la habitación 106. Esta vez, con la tecnología adecuada, encontraron lo que buscaban: restos de ADN que correspondían a sangre que había sido limpiada. También hallaron una abrumadora cantidad de ADN y huellas dactilares de Nicolás Cepeda.
El coche de alquiler, aunque ya había sido limpiado y utilizado por otros clientes, también guardaba secretos. Los forenses encontraron minúsculos restos de sangre en el interior. Las pruebas de ADN confirmaron que pertenecían a Narumi Kurosaki. El GPS del vehículo reveló otro dato crucial: durante el tiempo que estuvo en posesión de Cepeda, el coche no circuló por carreteras principales. En su lugar, recorrió caminos secundarios que se adentraban en los densos bosques que rodean Besançon, lugares perfectos para ocultar un cuerpo.
Con todas las pruebas apuntando en una única dirección, el 23 de diciembre de 2016, la policía de Besançon emitió una orden de arresto internacional contra Nicolás Cepeda por el asesinato de Narumi Kurosaki.
Justicia Evasiva: Un Laberinto Judicial
Una semana después, Cepeda se presentó voluntariamente en la oficina de la Interpol en Santiago de Chile. Su versión de los hechos era inverosímil. Admitió haber estado con Narumi en su habitación la noche del 4 al 5 de diciembre, pero negó cualquier acto de violencia. Afirmó que los sonidos que escucharon los vecinos no eran gritos y golpes, sino «gemidos de placer». Una afirmación que contradecía el testimonio de múltiples testigos y la evidencia de una estudiante que lo vio salir corriendo de la residencia a primera hora de la mañana. Su relato no explicaba su huida apresurada, las compras sospechosas ni, lo más importante, el paradero de Narumi.
Comenzó entonces un largo y frustrante periplo legal. La falta de un tratado de extradición vigente entre Chile y Francia convirtió el proceso en una batalla burocrática. Durante más de tres años, mientras la familia de Narumi vivía una agonía interminable, Nicolás Cepeda permaneció en libertad en Chile. No fue hasta 2020 que fue puesto bajo arresto domiciliario.
Finalmente, el 18 de mayo de 2020, la Corte Suprema de Chile aprobó su extradición, considerando que las pruebas presentadas por Francia eran abrumadoras. La pandemia de COVID-19 retrasó el traslado, pero el 23 de julio de 2020, justo el día en que Narumi habría cumplido 25 años, Nicolás Cepeda fue entregado a las autoridades francesas y encarcelado en una prisión de Besançon a la espera de juicio.
Mientras tanto, se organizaron búsquedas masivas para encontrar el cuerpo de Narumi. Buzos peinaron el lecho del río Doubs, equipos con perros de rescate y helicópteros rastrearon los vastos bosques que Cepeda había recorrido. Pero fue en vano. A día de hoy, el cuerpo de Narumi Kurosaki nunca ha sido encontrado.
El primer juicio se celebró en abril de 2022. La fiscalía presentó el cúmulo de pruebas: el GPS, las cámaras de seguridad, los testimonios, la evidencia forense. La conclusión era clara: Nicolás asfixió a Narumi en su habitación durante una lucha, se deshizo de su cuerpo en los bosques y orquestó una campaña de desinformación a través de sus redes sociales para ganar tiempo y huir. A pesar de todo, Cepeda mantuvo su inocencia. El 12 de abril de 2022, el jurado lo declaró culpable y lo condenó a 28 años de prisión.
Parecía el final, pero Cepeda apeló. En diciembre de 2023, se celebró un segundo juicio. El resultado fue el mismo: culpable, 28 años de prisión. Sin embargo, la historia dio un nuevo y descorazonador giro. En febrero de 2024, la Corte de Casación de París, la más alta instancia judicial de Francia, anuló la condena. La razón no fue la falta de pruebas, sino un error de procedimiento: durante el juicio de apelación, se mostraron al jurado unas diapositivas que no habían sido presentadas previamente a todas las partes, violando el derecho a una defensa contradictoria.
Hoy, Nicolás Cepeda sigue en una prisión francesa, a la espera de un tercer juicio. La familia de Narumi, que ha viajado desde Japón para cada una de las audiencias, se ve obligada a revivir su dolor una y otra vez. El caso de Narumi Kurosaki permanece en un limbo legal y emocional. Es la historia de un sueño europeo que se convirtió en una tumba sin nombre en un bosque francés, un crimen donde la ausencia de un cuerpo es la presencia más constante y dolorosa. Es el eco de un grito que aún espera ser escuchado, y de una justicia que, para muchos, todavía no ha llegado.