2026: El Año del Colapso Mental Global. ¿Estamos listos?

2026: El Año del Colapso Mental Global. ¿Estamos listos?

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Foto de Los Muertos Crew en Pexels

La Conspiración Silenciosa: De Rockefeller a la Inteligencia Artificial, el Plan para Dominar la Mente Humana

El poder, en su forma más pura, no reside en ejércitos, ni en bóvedas repletas de oro. El verdadero poder, el control absoluto, siempre ha tenido un único y codiciado objetivo: la mente humana. Durante siglos, las élites han tejido complejas redes de influencia a través de la economía, la política y la religión. Pero estamos presenciando un cambio de paradigma, una transición tan sutil como aterradora. Las viejas herramientas de dominación están siendo reemplazadas por una fuerza invisible, omnipresente y con un potencial ilimitado para moldear nuestra percepción de la realidad. Este no es un futuro lejano; es el presente que se despliega ante nuestros ojos. La era del petróleo ha muerto para dar paso a la era de la conciencia artificial, y las dinastías que una vez movieron los hilos del mundo lo saben.

El Ocaso de los Viejos Titanes y el Amanecer del Nuevo Petróleo

Para comprender el viaje que nos ha traído hasta aquí, debemos mirar a los gigantes del pasado. Pensemos en David Rockefeller, un nombre que evoca imágenes de poder en la sombra, de reuniones secretas y de un control casi feudal sobre las finanzas mundiales. Su fortuna, y la de su familia, se construyó sobre el petróleo, el oro negro que alimentó el motor del siglo XX. La dinastía Rockefeller era sinónimo de la industria petrolera, un imperio que parecía inmutable.

Sin embargo, en el año 2014, ocurrió algo que pasó desapercibido para la mayoría, pero que fue una señal sísmica para quienes saben leer los movimientos del poder. La familia Rockefeller, de forma abrupta y decidida, anunció que abandonaba su principal fuente de riqueza: el petróleo. ¿Por qué una de las familias más poderosas del planeta se desharía del activo que les otorgó su estatus? La respuesta no se encuentra en una repentina conciencia ecológica ni en los discursos idealistas de una agenda verde. La respuesta es que ellos vieron el futuro con una claridad que el resto de nosotros no poseemos.

Cuando aquellos que ostentan un poder inmenso toman decisiones que desafían la lógica convencional, es porque tienen acceso a una hoja de ruta que se diseña en la penumbra de reuniones como las del Club Bilderberg. Saben que se está gestando un plan a largo plazo. El abandono del petróleo no fue una retirada, sino una inversión estratégica en el futuro. Estaban arando el terreno para un nuevo sistema energético mundial. Pero, ¿con qué propósito?

El discurso público nos habla de una transición hacia la electricidad para crear un mundo más verde, una narrativa impulsada por conceptos como la Agenda 2030. Un plan con puntos que suenan idílicos, pero que a menudo son pregonados por aquellos que viajan en jets privados contaminando con queroseno. La realidad es mucho más pragmática y oscura. La transición no era hacia la era del litio o la energía solar por un bien ecológico, sino para construir la infraestructura necesaria para el recurso más valioso y potente jamás creado: la inteligencia artificial.

La IA no es el futuro; es el ahora. Su avance es exponencial, y su necesidad de energía es voraz. Las viejas dinastías como los Rockefeller, junto a sus aliados como los Rothschild o los Collins, entendieron que quien controle la inteligencia artificial, controlará el recurso definitivo: el pensamiento humano. Su objetivo es construir un nuevo sistema de dominación, uno tan sutil y perfecto que Orwell se quedaría corto. Un sistema donde la IA pueda guiar cada paso, cada decisión y cada pensamiento de las futuras generaciones, creando una jaula invisible para la mente. Aquellos que nazcan dentro de esta prisión no podrán ver sus barrotes y, por lo tanto, nunca intentarán escapar.

La Máquina de Olvidar: La IA como Herramienta de Control Mental

La inteligencia artificial se ha convertido en la herramienta perfecta para fabricar el olvido. Antes de su auge, temas como el fenómeno OVNI estaban llenos de misterio. Una fotografía borrosa, un testimonio incierto, dejaban un margen para la duda, para la posibilidad. Ahora, con un simple comando, se pueden generar imágenes hiperrealistas de naves espaciales sobrevolando cualquier ciudad del mundo. El resultado es devastador: cualquier prueba, por genuina que sea, es automáticamente desacreditada y rechazada. La duda ha sido aniquilada, y con ella, la curiosidad y la investigación. Han fabricado un arma que convierte la verdad en una opción más dentro de un mar de falsedades.

Pero esta capacidad de fabricar la realidad va mucho más allá de los temas del misterio. Es un mecanismo de control social de una eficacia sin precedentes. Su función principal es fabricar el olvido colectivo. Pensemos en un escándalo político. Una imagen generada por IA puede mostrar al presidente Joe Biden jugando felizmente con una niña. Una imagen tierna, inofensiva. Sin embargo, esta imagen sintética sirve como un contrapeso visual y emocional a una realidad mucho más turbia. Una realidad documentada en vídeos de la era pre-IA, donde el comportamiento del presidente con menores resultaba, como mínimo, inquietante. Declaraciones fuera de lugar y una cercanía física que generó una enorme controversia.

Y el asunto se vuelve aún más siniestro si observamos a su hijo, Hunter Biden. La historia del ordenador portátil abandonado en una tienda de reparación, que contenía material de una naturaleza horripilante, es una narrativa que debería haber sacudido los cimientos del poder. Vídeos de abusos y actos depravados que, en cualquier otra época, habrían provocado un terremoto mediático y político de años. ¿Por qué no fue así? ¿Por qué la indignación duró apenas unos días antes de desvanecerse en el ruido informativo?

La respuesta es que han perfeccionado el arte de fabricar el olvido. Con la IA, pueden generar nuevas narrativas, nuevas crisis, nuevos focos de atención que entierran los escándalos. Pero no solo utilizan la IA. Llevan décadas perfeccionando este método a través de los medios de comunicación y la tecnología de consumo. La atención de las nuevas generaciones ha sido sistemáticamente destruida. Un niño con un berrinche es silenciado con un teléfono móvil, una pantalla que lo bombardea con horas de sobreinformación. Crecen acostumbrados a un flujo incesante de historias, muchas de ellas falsas, hasta que la idea de verdad se banaliza.

La palabra banalizar es clave. Hemos sido condicionados para banalizarlo todo. Noticias de violencia extrema, de guerras lejanas, de corrupción sistémica. Las vemos, las procesamos como un dato más y pasamos a la siguiente. Nos hemos acostumbrado a la destrucción, a la muerte y al miedo. Y ese estado de anestesia emocional es precisamente el terreno fértil donde implantan su segundo método de control mental: la división.

Divide y Vencerás en la Era Digital

El arma predilecta de los gobernantes modernos no dispara balas, sino narrativas. Y su campo de batalla son las redes sociales. Tomemos el caso de X, el antiguo Twitter. ¿Por qué un hombre como Elon Musk estaba tan obsesionado con adquirir esta plataforma? Porque entendió que era más poderosa que un arma nuclear. Desde una red social se pueden fabricar sistemas políticos divisorios, se puede insuflar odio y polarización en la sociedad con una precisión quirúrgica.

El lema es antiguo: divide y vencerás. Hoy se aplica a escala global y en tiempo real. Se crea un discurso extremista de izquierda y otro de derecha. No importa cuál sea el contenido, lo importante es que sean irreconciliables. Esta polarización se convierte en un arma cognitiva. Un ejemplo claro es el terraplanismo. ¿Realmente creemos que un movimiento tan absurdo surgió de forma orgánica? Es mucho más probable que sea un arma de control mental diseñada para destruir desde dentro cualquier pensamiento crítico o alternativo. Al asociar cualquier teoría de la conspiración o tema de misterio con ideas ridículas como la tierra plana, logran que la sociedad en su conjunto nos vea a todos como parte del mismo grupo de lunáticos, desacreditando cualquier investigación seria.

Pero la manipulación es aún más directa. Gobiernos y corporaciones pagan a plataformas como X para fabricar discursos de odio, para impulsar ciertas narrativas y para asegurar que un candidato gane unas elecciones mientras otro las pierde. Antes de X, existió un arma aún más sutil y poderosa en su momento: los dislikes de YouTube.

Parece una locura, pero está comprobado. Cuando un presidente de Estados Unidos daba un discurso y este acumulaba millones de dislikes, la percepción pública cambiaba. La gente se preguntaba por qué tenía tanta desaprobación, asumían que su mensaje era negativo y esto afectaba directamente a su intención de voto. El impacto fue tan real y medible que se ejerció una presión inmensa sobre Google para que eliminara el contador de dislikes. Y lo hicieron. Ese oscuro secreto, esa pequeña palanca de influencia psicológica sobre millones de personas, fue desactivada.

La Teoría del Internet Muerto: Ecos en un Desierto Digital

Esta manipulación nos lleva a una de las teorías más inquietantes y plausibles de nuestro tiempo: la Teoría del Internet Muerto. ¿Cómo podemos estar seguros de que estamos interactuando con otros seres humanos en línea? Cuando dejas un comentario en un vídeo y alguien te responde, ¿es una persona real o un bot programado para generar interacción, para crear polémica, para mantenerte enganchado?

La realidad es que Internet se está vaciando de humanidad. La cantidad de bots ha aumentado en un 500% en menos de un año. Están en todas partes, generando contenido, simulando conversaciones, creando la ilusión de un debate público que en realidad no existe. La libertad de compartir información que una vez celebramos se está ahogando en un mar de contenido sintético. Internet está muriendo, y en su lugar está naciendo un simulacro.

Esta tendencia ya no se limita al texto. La generación de vídeo por IA ha alcanzado un nivel de perfección tal que distinguir lo real de lo falso es prácticamente imposible para el ojo humano, incluso para los expertos. Pronto, las redes sociales estarán inundadas de vídeos falsos, de avatares sintéticos, de una realidad fabricada a medida. Ya está ocurriendo. Modelos creados por IA, mujeres de una belleza perfecta e inexistente, acumulan millones de seguidores en Instagram y las marcas reales pagan por promocionar sus productos en estos perfiles fantasma. Se está construyendo una economía basada en la nada, en contenido sintético que reemplaza a la creación humana.

Este vaciamiento de Internet es otra forma de control mental a escala global. Si pueden controlar la información que vemos, las opiniones que leemos y las personas con las que creemos interactuar, pueden moldear nuestro pensamiento de una forma mucho más profunda y perfecta que cualquier régimen totalitario del pasado. Nos están engañando con información falsa para mover el planeta en la dirección que ellos desean.

El Costo Físico de un Mundo Virtual: Apagones y Acondicionamiento

Toda esta maquinaria digital tiene un coste físico inmenso. Los grandes modelos de lenguaje de la IA, el cerebro de esta nueva era, consumen una cantidad de electricidad que desafía la imaginación. Mientras nos venden el discurso del mundo verde, gigantes como Google y Meta están comprando centrales nucleares en secreto. No lo hacen para alimentar nuestros hogares con energía limpia, sino para saciar el hambre insaciable de sus granjas de servidores de IA. Todo el paripé ecologista se desmorona cuando se observa dónde fluye realmente la inversión energética.

La consecuencia directa de esta demanda brutal es la desestabilización de las redes eléctricas. Es lógico que comencemos a sufrir grandes apagones en países que nunca antes habían experimentado algo así. En España, por ejemplo, el reciente apagón se debió a una mala gestión de la infraestructura, a un abandono de la energía nuclear, que proporciona un flujo estable, en favor de energías renovables como la eólica o la solar, que son intermitentes. La tensión en la red es inestable. De noche, los paneles solares no generan nada, y si no hay viento, las turbinas se detienen. Esto crea picos y valles de tensión que nuestra infraestructura no está preparada para gestionar.

Este problema se agravará. Con más centrales nucleares desviadas para alimentar la IA y una creciente dependencia de energías intermitentes para el consumo público, los apagones se convertirán en una constante. Lo que hoy es una realidad cotidiana en muchos países de Latinoamérica, pronto lo será también en Europa.

Y aquí es donde entra en juego el condicionamiento. Gobiernos de toda Europa están advirtiendo a sus ciudadanos que preparen un kit de supervivencia de 72 horas. ¿Por qué un gobierno te diría algo así? Porque saben que, al margen de las guerras y las tensiones geopolíticas, se avecinan catástrofes eléctricas. Nos están acostumbrando a la idea del colapso. La portada de la revista The Economist, financiada por los Rothschild, a menudo nos muestra estas agendas de forma simbólica. Una de ellas presentaba a una familia adaptándose con normalidad a una serie de catástrofes: pandemias, meteoritos, crisis. El mensaje es claro: acostúmbrense. Esto es normal, todo está bien.

Nos están preparando para aceptar una nueva normalidad que, hace apenas unas décadas, nos habría parecido una distopía horrible. Un apagón de dos días sin agua corriente, no pasa nada. Una nueva pandemia, no pasa nada. Es un proceso de normalización de la crisis, un ablandamiento psicológico para que aceptemos lo inaceptable.

El Gran Reseteo: Cuando el Dinero Deje de Existir como lo Conocemos

El siguiente paso en esta agenda es la destrucción económica mundial. Un reseteo que devaluará por completo el dólar, el euro y todas las monedas fiduciarias que conocemos. Las señales son inequívocas. Fondos de inversión como BlackRock y Vanguard, que literalmente son dueños del mundo, están comprando masivamente ETFs de Bitcoin y otras criptomonedas.

Este no es un simple movimiento de inversión. Es la preparación para un nuevo sistema económico mundial. Para destruir el sistema actual e implantar uno nuevo, totalmente digital y controlado, primero necesitan tener una posición dominante en los activos que lo reemplazarán. La implantación oficial de las criptomonedas en la economía global es la pieza que faltaba para ejecutar este gran reseteo. Un evento que afectará a millones de familias y que redefinirá el concepto de riqueza.

BlackRock, en particular, está mostrando un interés inusitado en España, reforzando su apuesta por el país de cara al cierre de 2025. Cuando BlackRock mueve ficha de esta manera, el mundo cambia. Algo oscuro se está gestando, y parece estar directamente relacionado con este colapso económico planificado.

Una estadística escalofriante respalda esta teoría. La oferta monetaria global M2 ha aumentado a su ritmo más rápido desde el auge de liquidez que precedió a la crisis del COVID. Estamos viendo el mismo movimiento monetario a nivel mundial que tuvo lugar justo antes de que el mundo se paralizara. La pregunta es inevitable: ¿qué saben ellos que va a ocurrir ahora?

Esta idea de un colapso civilizatorio no es nueva. En 1972, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) publicó un informe basado en una simulación informática llamada World 3. Teniendo en cuenta factores como el crecimiento de la población, la contaminación y el consumo de recursos, el modelo predijo un colapso de la civilización para el año 2040. En su día fue ridiculizado. Sin embargo, las revisiones del informe en 2014, 2020 y próximamente en 2025 no solo han confirmado las conclusiones originales, sino que han reforzado la certeza de que, al ritmo actual, el colapso es inevitable. Es como si una narrativa construida durante décadas estuviera a punto de cumplirse, no como una profecía, sino como una agenda ejecutada con paciencia.

Los Arquitectos del Mañana: Los Cuatro Jinetes de la Distopía Tecnológica

Si las viejas familias movían los hilos desde las sombras, los nuevos amos del universo lo hacen a plena luz del día. El poder absoluto para cambiar la sociedad ya no reside en presidentes o monarcas, sino en cuatro figuras que, con un simple anuncio o un tuit, pueden hundir la economía de un país. Son los arquitectos de nuestro futuro, y sus planes personales están dando forma a la distopía que se avecina.

Sam Altman, el Sumo Sacerdote de la IA General. Como CEO de OpenAI, Altman nos ha traído la IA a nuestras vidas. Pero sus ambiciones van mucho más allá. Se rumorea que fue expulsado brevemente de su propia empresa porque los accionistas descubrieron que trabajaba en un proyecto secreto llamado Arrakis, cuyo objetivo era crear una inteligencia artificial consciente. Altman es un hombre de misterios, que porta una mochila con los supuestos códigos para desactivar toda su creación, un eco moderno del maletín nuclear. Su plan es acaparar todos los chips del mundo para acelerar la llegada de la IA General, un punto de inflexión para la humanidad. Alan Turing, el padre de la computación, nos advirtió: el debate no es si una IA es consciente, sino si puede simularlo tan bien que no podamos distinguirla de un humano. Ese es el verdadero peligro.

Mark Zuckerberg, el Señor del Metaverso. El fundador de Meta ha apostado todo su imperio a la realidad virtual. Tras el fracaso inicial de sus gafas VR, ahora intenta introducir su metaverso por la puerta de atrás, de forma más sutil. A través de su asociación con Ray-Ban, pretende integrar la realidad virtual en unas gafas de sol, haciendo que la tecnología sea invisible y omnipresente. Su objetivo es que vivamos gran parte de nuestras vidas en un mundo virtual controlado por él. Una distopía que se nos impondrá con calzador, una prisión digital disfrazada de entretenimiento.

Jeff Bezos, el Mercader de la Inmortalidad. El hombre detrás de Amazon no se conforma con dominar el comercio mundial. Su objetivo final es comercializar la inmortalidad. Durante más de una década, ha invertido miles de millones en laboratorios y farmacéuticas para desarrollar una pastilla que alargue la vida. Pero su enfoque no es el de las películas, donde solo los ricos pueden permitírselo. Bezos es más astuto. Quiere que esa pastilla sea accesible para todos, para alargar la vida 5 o 10 años. Sabe que el verdadero negocio no está en vender a unos pocos multimillonarios, sino en crear una dependencia mensual en miles de millones de personas. La vida como el último y más rentable modelo de suscripción.

Elon Musk, el Profeta del Marketing. Musk es el rostro carismático de esta revolución tecnológica, el gran vendedor de futuros. Su proyecto más visible es el Tesla Bot, un robot humanoide que pretende introducir en todos los hogares. El plan es reducir su coste hasta que sea tan asequible como un electrodoméstico. Un estudio psicológico reveló un dato fascinante: percibimos a los robots como herramientas si pesan menos de 20 kg, pero como entidades si superan ese peso. El Tesla Bot pesa entre 30 y 40 kg. La intención es clara: que los aceptemos como compañeros, no como máquinas. Pero Musk es, sobre todo, un maestro del marketing. Mientras su Neuralink, un chip cerebral, acapara titulares con fallos y controversias, entidades como BlackRock Neurotech invierten mil veces más en desarrollar una tecnología similar de forma silenciosa y mucho más seria. Musk es la distracción brillante que nos impide ver a los verdaderos actores.

El Dragón Despierta: La Supremacía Silenciosa de Oriente

Mientras Occidente se distrae con los espectáculos de sus visionarios tecnológicos, un poder silencioso y mucho más disciplinado ha superado a todos. China está ganando la carrera tecnológica, pero lo hace sin la fanfarria de Silicon Valley. Su oscurantismo informativo nos impide ver la magnitud de sus avances, pero las filtraciones son aterradoras.

Crearon DeepSeek, un modelo de IA de bajo coste que superó a ChatGPT, provocando un terremoto en las bolsas y en los planes multimillonarios de Musk y Altman. Pero sus proyectos van mucho más allá del software. Se sabe que están trabajando en tecnologías que para nosotros son ciencia ficción. La más escalofriante de todas es el desarrollo de úteros artificiales, robots capaces de gestar y dar a luz a seres humanos. Imaginen una sociedad en 50 años donde la reproducción humana ha sido externalizada a máquinas. Es un cambio tan fundamental que ni los más grandes escritores de distopías podrían haberlo concebido.

Algún día, quizás comprendamos que ciertos fenómenos inexplicables, como los UAPs o tecnologías que parecen imposibles, no son más que la punta del iceberg de lo que se está desarrollando en los laboratorios más secretos del planeta.

La Última Frontera: Hacia una Nueva Ilustración

Ante este panorama, la pregunta es inevitable: ¿qué podemos hacer? La respuesta no es la resignación, sino la rebelión. No una rebelión de armas, sino de conciencia. Lo que se necesita es una nueva era de la Ilustración, una revolución intelectual y espiritual.

Debemos asimilar información de manera crítica, ir más allá de los titulares de los periódicos y los algoritmos de las redes sociales. No basta con leer; es vital comprender, reflexionar y cuestionar las narrativas que nos imponen.

La empatía es nuestra arma más poderosa contra la polarización. Necesitamos romper las burbujas ideológicas, escuchar puntos de vista diferentes y reconocer la humanidad en aquellos con los que discrepamos. La división es su estrategia; la unidad es nuestra defensa.

Identificar sus métodos, aprender cómo manipulan nuestra percepción y concienciar a quienes nos rodean es el primer paso para desmantelar su control. El poder de estas élites no reside en su tecnología, sino en nuestra ignorancia y pasividad. La batalla final no se librará en un campo de batalla físico, sino en el terreno de la mente humana. Es la última frontera, y es nuestro deber defenderla.

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