
Confesión impactante del FBI: Detrás de la muerte de la bebé Grace
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Baby Grace: La desgarradora historia de la niña en la caja y el misterio que conmovió a una nación
La Bahía de Galveston, en Texas, es un lugar de contrastes. Sus aguas tranquilas pueden tornarse feroces con el viento, y sus orillas, a menudo solitarias, guardan secretos que el Golfo de México a veces decide revelar. En la noche del 29 de octubre de 2007, uno de esos secretos emergió de la oscuridad, uno tan terrible que pondría a prueba a la agencia de investigación más sofisticada del mundo y dejaría una cicatriz imborrable en el corazón de todos los que conocieron la historia.
Robert Spin era un hombre de costumbres. Le gustaba pescar platija en la bahía, siempre en sus lugares habituales. Pero esa noche, a las 10:30 p.m., el viento se levantó con una fuerza inusual, agitando el agua hasta volverla un espejo opaco e indescifrable. Incapaz de ver a sus presas, decidió cambiar de rumbo, dirigiéndose una milla al sur de su zona de confort, hacia una pequeña isla deshabitada. No solía pescar allí. Más tarde, recordaría ese momento con un escalofrío, convencido de que algo, una fuerza inexplicable, lo había puesto en ese lugar por una razón.
Cortó el motor y ancló su bote. En el silencio roto solo por el viento y el chapoteo del agua, sus ojos captaron algo fuera de lugar en la orilla. Una caja. La curiosidad lo empujó a desembarcar. Caminó sobre la arena húmeda hasta el contenedor de plástico y lo observó. Al voltearlo, un sonido sordo y pesado, un thud que no correspondía a un objeto vacío, le erizó la piel. En ese instante supo que algo andaba terriblemente mal.
Dentro del contenedor encontró una bolsa de basura negra. Con el corazón latiéndole en el pecho, la rasgó. Lo que vio a continuación lo marcaría para siempre. Un pequeño zapato de niña.
La llamada al 911 fue inmediata y cargada de urgencia. Le dijo al operador del Sheriff del Condado de Galveston que estaba en West Bay y que creía haber encontrado un cuerpo. Esperó en la soledad de la bahía, meciéndose en su bote, hasta que los investigadores llegaron. Él mismo los transportó a la isla, a la escena de su macabro hallazgo. La policía confirmó sus peores temores: la caja contenía el cuerpo de una niña pequeña.
El sargento Mike Barry estaba a solo noventa metros de distancia cuando recibió la llamada. La pregunta de su colega por la radio resonó en su mente: ¿Parece ser un niño? La respuesta afirmativa fue un golpe directo. Barry, padre de tres hijos, sintió el peso emocional que siempre acompaña a una investigación de homicidio cuando la víctima es un niño. Su compañero, el teniente Tommy Hansen, compartía ese sentimiento. No importaba cuántos años llevaras en el trabajo, los casos de niños nunca se volvían más fáciles. Te golpeaban con fuerza, pero tenías que sacudirte el impacto y ponerte a trabajar.
Los agentes del sheriff peinaron la isla en busca de cualquier pista, pero la escena era desoladoramente estéril. No había huellas, ni fibras, ni nada que les indicara quién era la niña o qué le había ocurrido. ¿Fue un asesinato a sangre fría o un terrible accidente?
La respuesta a esa pregunta llegó desde la mesa de autopsias del examinador médico jefe, el Dr. Steven Pasternak. El examen reveló que la víctima era una niña de entre dos y cinco años. Y lo más perturbador: su muerte no había sido accidental. La causa fue un traumatismo craneoencefálico contundente. El Dr. Pasternak fue claro: no era el tipo de lesión que se sufre en una caída casual. Los niños se caen constantemente, pero esto requería un impacto de una velocidad significativa en la parte posterior de la cabeza. No fue un tropiezo; fue un empujón, un lanzamiento. Alguien había matado a esta niña.
Los investigadores se enfrentaban ahora a la caza de un asesino, posiblemente un depredador. Pero el caso estaba lleno de incógnitas. No había ADN en el cuerpo de la niña y, lo más crucial, no tenían un nombre. Antes de poder encontrar al asesino, necesitaban descubrir la identidad de su víctima. Ponerle un nombre a esa niña era el primer paso, el hilo del que podrían tirar para descubrir quién estuvo con ella en sus últimos momentos.
El Departamento del Sheriff de Galveston, consciente de la magnitud del desafío y la escasez de pistas, tomó una decisión crucial: solicitar la ayuda de los expertos en crímenes contra niños, el FBI.
El agente especial Don Gay, con años de experiencia en la zona de Galveston, fue una elección natural para liderar este caso tan sensible. Como padre, la brutalidad del crimen lo afectó profundamente. Se preguntaba cómo alguien podía hacerle algo así a una niña y luego desecharla como si fuera basura. A él se unió el agente Benjamin Stone, cuya misión era determinar de dónde procedía la niña y cómo había terminado en las aguas de la bahía.
La primera teoría era compleja. El agente Stone consultó a la Guardia Costera para trazar las posibles trayectorias de la caja. ¿Fue arrojada desde un puente cercano? ¿O desde un barco? La bahía de Galveston es una puerta al mundo, con un tráfico marítimo internacional constante que entra y sale del canal de navegación de Houston. Teóricamente, la niña podría ser de cualquier parte del planeta. Ese era su abrumador punto de partida.
Los investigadores asumieron que la familia de la niña debía estar buscándola frenéticamente. Rastrearon las bases de datos locales de personas desaparecidas, pero no hubo ninguna coincidencia. La niña no existía en los registros. Fue entonces cuando tomaron una decisión audaz: llevar el caso al público, a una escala global. Mientras la oficina del sheriff gestionaba las pistas locales de Houston y Galveston, el FBI tenía la capacidad de difundir la información por todo el mundo. Necesitaban a los medios de comunicación para que les ayudaran a encontrar a esa pequeña.
Para ello, necesitaban darle un rostro. Un artista forense se puso a trabajar, y de sus trazos emergió la imagen de una adorable niña de ojos azules y cabello rubio, vestida con una camisa y falda rosas y unas zapatillas moradas. Las autoridades, en un acto de ternura en medio de la tragedia, le dieron un nombre a la víctima anónima: Baby Grace.
A partir de ese momento, Baby Grace dejó de ser una desconocida para convertirse en la niña de toda América. El departamento del sheriff convocó una rueda de prensa, mostrando el pequeño zapato encontrado junto a su cuerpo. Prometieron que, aunque fuera un proceso largo, no se detendrían hasta resolver el caso. Suplicaron a la audiencia que llamara con cualquier información, por insignificante que pareciera. La esperanza residía en que alguien, en algún lugar, reconociera a la niña. Si podían darle un nombre, las probabilidades de encontrar a los responsables aumentarían exponencialmente. Alguien tenía que saber algo. Nadie desecha a un niño de esa manera sin que alguien se dé cuenta de su ausencia.
Un océano de pistas falsas
Han pasado más de 48 horas desde el descubrimiento del cuerpo de la niña a la que la policía llama Baby Grace. Agentes del FBI y detectives del Condado de Galveston trabajan sin descanso para desentrañar el misterio de su identidad y su muerte. La autopsia confirmó un traumatismo por fuerza contundente en su cabeza. ¿Fue un caso de abuso infantil que se fue de las manos? Con el constante flujo de barcos, la niña podría haber venido de cualquier rincón del mundo.
El boceto de Baby Grace se difunde a nivel nacional y la respuesta es abrumadora. La línea directa habilitada para el caso no deja de sonar. En 24 horas, cientos de llamadas inundan la centralita. Familiares preocupados llaman pensando que Baby Grace podría ser su ser querido desaparecido. Las pistas son de todo tipo: niños desaparecidos, amargas batallas por la custodia, abuelos que no han visto a sus nietos en meses o incluso años. Vecinos que llaman alertando de que no han visto a un niño del vecindario en mucho tiempo y que el boceto se parece a él. La cantidad de niñas rubias de dos años desaparecidas en el país sorprendió incluso a los investigadores más experimentados.
Cada pista, por inverosímil que pareciera, debía ser investigada hasta sus últimas consecuencias. El 2 de noviembre, una llamada local de la cercana La Marque parece prometedora. Un hombre informa que una niña muy parecida a Baby Grace vivía al otro lado de su calle, pero que la familia se había mudado abruptamente durante la noche, sin despedirse. Los oficiales entran en la casa abandonada y encuentran ropa de niño y zapatos desechados, una posible coincidencia. Pero la familia se ha desvanecido.
Poco después, otra pista candente llega desde un hotel local. El gerente informa sobre una pareja que alquiló una habitación pero que apenas la usó durante más de una semana. Tenían equipo para un niño, como una cuna o juguetes, pero los huéspedes de las habitaciones contiguas nunca vieron ni oyeron a un niño. El personal del motel descubrió ropa de niña y una fotografía de una pequeña que se parecía asombrosamente a Baby Grace. Los investigadores persiguen esta pista con agresividad, localizando finalmente a la pareja. Pero, para su frustración, Baby Grace no era su hija. La pista muere. La policía también logra localizar a la familia que se había mudado de La Marque. Es otra falsa alarma.
Los investigadores vuelven al punto de partida, con cientos de pistas más por examinar. Cada llamada era una montaña rusa de esperanza y decepción. Se coteja el ADN de familias de todo el país, cada una con la angustiosa duda de si Baby Grace es su niña perdida.
La investigación alcanza una escala internacional cuando reciben una llamada desde más de 8.000 kilómetros de distancia. Las autoridades británicas creen que la víctima podría ser Madeleine McCann, la niña de cuatro años desaparecida de su habitación de hotel en Portugal en mayo de ese mismo año. El caso de Madeleine había recibido una cobertura mediática masiva y la policía portuguesa estaba desesperada por encontrar una pista. El FBI se puso en contacto con sus agregados legales en España y Portugal, quienes facilitaron el ADN de Madeleine. Pero los resultados fueron negativos. El ADN no coincidía. Tampoco el de ninguna otra familia. La investigación parecía una búsqueda imposible, como encontrar una aguja en un pajar.
Justo cuando la frustración comenzaba a hacer mella, la marea pareció cambiar. Dos pescadores llamaron con una información crucial. Unos días antes del descubrimiento de Baby Grace, estaban pescando en la misma bahía cuando vieron algo sospechoso. Se encontraban en un muelle en Hitchcock cuando un vehículo antiguo que remolcaba un bote entró en la rampa y se botó al agua. En el bote iban una pareja, un hombre y una mujer. No llevaban cañas de pescar ni equipo de pesca. Solo un contenedor de plástico azul. Se adentraron en la bahía y regresaron aproximadamente una hora después. Los pescadores notaron algo extraño: la mujer estaba llorando desconsoladamente. Y el contenedor azul ya no estaba en el bote.
¿Quién era esta misteriosa pareja? ¿Y qué había pasado con el contenedor azul?
Los investigadores inician una búsqueda exhaustiva. Realizan vigilancias en cuatro comunidades diferentes tratando de localizar el vehículo descrito por los pescadores, pero sin éxito. La pareja parece haberse esfumado. Sin embargo, surge una nueva oportunidad para encontrarlos. Se organiza una vigilia con velas en Galveston en memoria de Baby Grace. Los agentes se despliegan discretamente entre la multitud, con la esperanza de que el asesino o los asesinos, atormentados por la culpa, asistan al homenaje. Uno de los pescadores también acude a la vigilia, por si reconoce a la pareja.
No pasa mucho tiempo antes de que el sargento Mike Barry se fije en una mujer entre los asistentes. Su comportamiento, su actitud, le llama la atención. Parecía demasiado interesada, casi de una manera culpable. Su conducta destacaba sobre la de los demás. El sargento se acerca al pescador y le pregunta si se parece a la mujer que vio en el bote. El pescador cree que es muy posible que sea la misma mujer.
Los investigadores se preparan para seguirla y obtener el número de su matrícula. Pero antes de que puedan movilizarse, en un instante, la mujer se desvanece entre la multitud. ¿Era ella la asesina de Baby Grace? Los agentes deben encontrarla si quieren tener alguna esperanza de hacer justicia. No iban a dejar piedra sin remover hasta descubrir el nombre de esa niña y quién era responsable de su muerte.
La llamada que lo cambió todo
Es 7 de noviembre de 2007. Han pasado nueve días desde que se encontró el cuerpo de la niña conocida como Baby Grace. Las autoridades trabajan contra reloj, pero las más de 300 pistas investigadas no han llevado a ninguna parte. Los agentes empiezan a sospechar una razón aterradora para el silencio que rodea la identidad de la niña: sabían que era probable que un miembro de la familia estuviera involucrado, porque nadie la estaba buscando. Las estadísticas y la experiencia les decían que, a menudo, cuando las madres matan a sus hijos, se deshacen de sus cuerpos en el agua. El culpable también podría ser un novio o el propio padre.
La policía ahora cree que los padres de Baby Grace podrían haberla matado. La mujer esquiva de la vigilia, a la que los dos pescadores vieron con el contenedor, sigue siendo su mejor pista. La buscan durante semanas, pero la búsqueda no da frutos. Los investigadores comienzan a barajar una nueva teoría: quizás la pareja del bote no eran los asesinos, sino que encontraron el contenedor, lo llevaron a casa pensando que contenía algo de valor, como equipo de pesca, y al descubrir su horrible contenido, presas del pánico, volvieron a la bahía para deshacerse de él.
Mientras la investigación en Texas parece estancada, a más de 800 kilómetros de distancia, en Mentor, Ohio, una mujer de 47 años llamada Cheryl Sawyers navega por internet. De repente, se topa con la historia de Baby Grace. Algo en la descripción de la ropa de la niña, una blusa y falda rosas con zapatillas moradas, le provoca un escalofrío. Le recuerda a un conjunto que ella misma le había regalado a su nieta de dos años, Riley Ann. No fue tanto el retrato robot, aunque se parecía, con su cabello rubio y rizado. Fue la ropa. Cheryl le compraba toda la ropa a su nieta.
Cheryl no había visto a la niña en meses. Su nieta solía vivir con ella. La madre de Riley, Kimberly Trenor, había estado en una disputa por la custodia con el hijo de Cheryl, Robert, cuando de repente desapareció con la niña. Simplemente se fueron, sin decir una palabra. Los Sawyers se enteraron más tarde de que Kim se había casado con un hombre llamado Royce Ziegler y se había mudado con él y con Riley a Texas. Robert había ido a la casa a recoger a Riley y no encontró a nadie.
Ahora, Cheryl leía en la página web que Baby Grace había sido encontrada en Galveston, Texas, cerca de Houston, el mismo lugar al que Riley se había mudado recientemente. Aunque una parte de ella se negaba a creerlo, el miedo se apoderó de ella. Decidió hacer la llamada a la línea de información del sheriff. Con la voz temblorosa, le pidió al operador que, por favor, hicieran una visita de bienestar para comprobar que su nieta estaba bien.
El 10 de noviembre, un oficial fue enviado a la casa donde vivían Riley, su madre Kim y su padrastro Royce Ziegler. Mientras el investigador estaba en la propiedad, Royce Ziegler llegó en su coche. Se identificó sin problemas, pero su respuesta a la pregunta sobre el paradero de Riley fue extraña. Dijo que él y su esposa estaban en proceso de mudarse con sus padres. Cuando le preguntaron por Riley Sawyers, afirmó que los Servicios de Protección Infantil (CPS) de Ohio se habían llevado a la niña por acusaciones de abuso sexual.
Poco después, la madre de Riley, Kimberly, confirmó la historia de Royce a los investigadores por teléfono e incluso envió por fax una supuesta carta de la agencia para probarlo. Pero la historia no cuadraba. Las alarmas saltaron de inmediato en la mente de los investigadores. Cualquier agente de la ley sabe que, si la niña vivía en Texas, habrían sido los CPS de Texas quienes se hubieran hecho cargo de ella, no los de Ohio. Decidieron contactar a los Servicios de Protección Infantil de Ohio. Como era de esperar, la agencia negó rotundamente tener la custodia de Riley y confirmó que la carta era falsa.
La preocupación se convirtió en una certeza ominosa. Empezaron a preguntarse si Baby Grace era en realidad Riley Ann Sawyers. Los dominós comenzaron a caer, uno tras otro, cada vez más rápido. Los investigadores se centraron en una única pregunta: ¿dónde está la niña?
Ordenaron tomar muestras de ADN de la madre de Riley, Kim. Estaban buscando a un padre que hubiera matado a su propio hijo. Sin embargo, para los que conocían a Kim, como el padre de Riley, Robert, la idea era inconcebible. Él nunca la vio ni siquiera darle una palmada a Riley. Era una buena madre. Robert no creía que fuera ella la responsable; pensaba que tal vez la tenían escondida para que la familia de Ohio no pudiera verla.
La historia de Kimberly Trenor y Robert Sawyers había comenzado como la de muchos jóvenes. Se conocieron en el instituto en 2004. Kim era tranquila, inteligente y buena estudiante. Buscaba amor, y su relación con Robert se volvió seria rápidamente. Cuando descubrió que estaba embarazada, se lo tomó mejor que él. Estaba emocionada. El nacimiento de Riley Ann fue una ocasión feliz. Para Robert, ver a su hija por primera vez fue una experiencia que lo transportó a las nubes.
Cuando Riley tenía tres meses, ella y Kim se mudaron a vivir con Robert y su madre, Cheryl. Kim estaba abrumada tratando de terminar sus estudios, por lo que Cheryl se convirtió en la principal cuidadora de la bebé. A Riley le encantaba el rosa y el morado, y su armario estaba lleno de esos colores. Con el tiempo, la relación de la joven pareja se enfrió. Kim pasaba la mayor parte del tiempo en el ordenador. Parecía ausente.
Finalmente, Robert se mudó, aunque veía a Riley con frecuencia. Era una niña de papá. Jugaban en la nieve en invierno y en el parque en verano. Kim continuó viviendo con Cheryl, pero se sentía sola. Comenzó una intensa relación a través de internet con Royce Ziegler, que vivía en Texas, a casi 2.500 kilómetros de distancia.
En 2007, Kimberly se mudó de la casa de Cheryl. Al principio, Cheryl siguió viendo a Riley con regularidad, hasta que un día, la niña y Kim desaparecieron repentinamente. No sabía dónde estaban ni cómo estaba su nieta. El vacío fue repentino y doloroso. Más tarde se enteró de que Kim se había mudado a Texas con Riley sin decírselo a nadie y se había casado en secreto con Royce Ziegler. Cheryl nunca volvió a ver a su nieta. Un hecho que ahora parecía terriblemente siniestro.
Cuatro semanas después del hallazgo del cuerpo de Baby Grace, el sargento Barry y el teniente Hansen se reunieron en la comisaría con Kimberly y su abogado. Necesitaban una muestra de ADN de ella y esperaban obtener solo un hisopo de mejilla. Pero Kimberly empezó a hablar, y les dio mucho más.
La confesión fue directa y escalofriante: Riley era Baby Grace.
Kim comenzó a relatar una historia de horror que, según ella, comenzó con su marido, Royce Ziegler. Afirmó que Royce tenía un historial de disciplina extremadamente dura con Riley. El 25 de julio, Royce se había hartado de lo que él consideraba el mal comportamiento de la niña de dos años. Decidió quedarse en casa ese día para asegurarse de que Kim estaba «disciplinando» a Riley correctamente. Dijo que necesitaban «romperla».
Lo que siguió fue un día de tortura. Según Kim, a Riley la castigaron por no pedir las cosas «correctamente». La niña gritó. Le golpearon. Le metieron la cabeza en una almohada. A medida que avanzaba el día, Kim admitió haber participado en el abuso para complacer a su marido. Él quería que le metiera la cabeza bajo el agua, y ella lo hizo. La golpeó con un cinturón, porque eso es lo que él estaba haciendo. Parecía que la tortura no tenía fin.
En un momento dado, la pareja se detuvo para darle a Riley un poco de Tylenol y ponerle hielo en las heridas. Durante ese breve respiro, la niña los miró y dijo: «Te quiero». El abuso se detuvo por un instante, pero luego continuó hasta que finalmente, el pequeño cuerpo de Riley colapsó. Kim sintió cómo se enfriaba. Le pusieron una almohadilla térmica porque pensaron que tenía frío por el hielo, pero ya era demasiado tarde. Riley Ann Sawyers estaba muerta.
Kimberly dijo que ni ella ni Royce consideraron llamar al 911. En su lugar, su primera acción fue conducir a una tienda para comprar bolsas de basura negras, un contenedor de plástico azul y otros suministros para la ocultación. Bañaron el cuerpo de Riley en lejía para destruir cualquier evidencia de ADN. Metieron su cuerpo en la caja y la dejaron en el garaje durante casi dos meses, descomponiéndose en el calor del verano de Texas.
Una noche, Royce decidió que necesitaban deshacerse del cuerpo. El olor empezaba a ser insoportable. Condujeron en la oscuridad hasta Galveston y arrojaron la caja desde un puente a las aguas de la bahía.
Los investigadores se quedaron sin palabras ante la historia de Kim. ¿Cómo puede una madre quedarse de brazos cruzados y ver cómo le sucede eso a su hija? ¿Cómo puede participar? La mayoría de la gente lucharía hasta la muerte por su hijo. Demostraba un nivel de desprecio por la vida humana que era simplemente incomprensible.
Ahora necesitaban saber si estaba diciendo la verdad y tenían que actuar rápido. Después de su confesión, Kimberly les dijo a los investigadores que Royce Ziegler había intentado suicidarse unos días antes. Según Kim, había escrito una nota de suicidio confesando el brutal asesinato. Si los agentes no llegaban a él a tiempo, no se sabía lo que podría pasar. No querían que se hiciera daño a sí mismo ni a nadie más.
Monstruos de carne y hueso
23 de noviembre de 2007. Kimberly Trenor acaba de confesar a los investigadores cómo ella y su esposo, Royce Ziegler, golpearon brutalmente hasta la muerte a su hija pequeña, Riley Sawyers. Contó cómo, en sus últimos momentos, la niña parecía no tener control sobre sus piernas. Royce la sostuvo por un momento e intentó hacer que se pusiera de pie un par de veces más, pero no pudo.
Con la información de que Royce era suicida y había escrito una nota de confesión, los agentes se apresuraron a su casa. Para su alivio, lo encontraron vivo y dispuesto a hablar. Pero una vez bajo custodia, Royce contó una historia muy diferente a la de Kim. Afirmó que estuvo en la cama todo el tiempo, dormido, cuando escuchó a Kim gritarle a Riley. Salió de su habitación y fue entonces cuando se dio cuenta de que Riley estaba en muy mal estado. Royce estaba culpando a Kim. Los investigadores necesitaban averiguar quién decía la verdad.
Agentes del FBI y detectives del sheriff registraron la casa de la pareja en busca de pruebas. Dentro de un almacén cercano, encontraron la nota de suicidio. En ella, Royce parecía asumir la responsabilidad del asesinato de Riley. El laboratorio de pruebas del FBI confirmó que Royce había escrito la nota. Los analistas también recuperaron una lista de reglas que Royce había escrito para Riley Ann, de dos años. Estas «sesiones de disciplina» no eran otra cosa que abuso infantil, mucho más allá de cualquier forma estándar de disciplinar a un niño.
A pesar de las pruebas contra Royce, los fiscales decidieron acusar tanto a Royce como a Kimberly de asesinato capital. Ella nunca dijo basta. Nunca llamó al 911. Nunca dijo «esta es mi hija, yo me encargaré de esto». Y participó.
La noticia de que Kim participó en la muerte de Riley destrozó emocionalmente a Cheryl y Robert Sawyers. Robert se sintió completamente entumecido, guardándolo todo dentro. Cheryl estaba absolutamente conmocionada. Nunca se le habría pasado por la cabeza que un bebé pudiera estar en peligro con ella.
Los expertos creen que Kim permitió que ocurriera el abuso porque tenía miedo de perder a Royce. Él era su príncipe azul. La había sacado de Ohio, le había dado una nueva vida, y ella estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para mantenerla. Si eso significaba no tener a Riley cerca, que así fuera. En su opinión, eso no disminuía el nivel de culpabilidad de Kim. Dos personas dispuestas a torturar a un niño durante todo un día son, ambas, monstruos.
Sin embargo, esto no impidió que Kimberly tuviera otro hijo. En un giro impactante, dio a luz a su hijo con Royce mientras esperaba el juicio en prisión. Al parecer, Royce le había dicho que si estaba embarazada, las fuerzas del orden serían más indulgentes con ella.
El jurado no se dejó influir. El 2 de febrero de 2009, Kim fue declarada culpable de asesinato capital y sentenciada a cadena perpetua. Royce Ziegler fue condenado por el mismo delito ese mismo año y sentenciado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Su hijo quedó al cuidado de familiares.
La isla de Galveston donde se encontró a Riley Sawyers fue rebautizada como «Riley’s Island» en su honor. Ahora está enterrada en su ciudad natal de Mentor, Ohio. En un gesto profundamente conmovedor, el sargento Mike Barry, el agente especial del FBI Don Gay y otros dos investigadores sirvieron como portadores del féretro, llevándola a su lugar de descanso final. Fue un honor y un momento de cierre para ellos, la certeza de que Riley estaba ahora en un lugar mejor. Fue gratificante, aunque triste, poder al menos devolvérsela a su abuela y darle un entierro digno.
Robert Sawyers se ha casado y tiene dos hijos. Aún así, llora por su pequeña. Pasaron dos años maravillosos juntos, un tiempo que le pareció demasiado corto. Era un encanto, y la amaba hasta la muerte.
Cheryl Sawyers todavía siente el intenso dolor de perder a su única nieta. Ahora reparte pulseras con el nombre de Riley para concienciar sobre el abuso infantil. No quiere que nadie tenga que pasar por lo que ellos pasaron, y ningún niño debería tener que sufrir lo que ella sufrió. Espera que, manteniendo viva su historia, los padres jóvenes lo piensen dos veces antes de golpear a sus hijos. La memoria de Baby Grace, la niña que se convirtió en la hija de América, es ahora un desgarrador recordatorio de la oscuridad que puede esconderse a plena vista y de la responsabilidad que todos compartimos de proteger a los más inocentes.

